A Rivera le pierde la estética

Mariano Rajoy y Albert Rivera posan antes de la reunión en el Congreso, el 3 de agosto.

Mariano Rajoy y Albert Rivera posan antes de la reunión en el Congreso, el 3 de agosto. / periodico

ALBERT SÁEZ

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La España posmoderna nunca dejará de sorprendernos. Ahora resulta que en lugar de luchar por estar en el Gobierno, los partidos se disputan estar en la oposición. Será que les da miedo corresponsabilizarse de lo que Rajoy se ha comprometido con Europa a cuenta de ganar las elecciones con una precipitada bajada de los impuestos.

El caso es que Podemos lleva unas semanas agazapado con la secreta esperanza de que sean Ciudadanos y el PSOE los que se pringuen haciendo presidente a Rajoy. Y de esta manera esperan convertir a Pablo Iglesias en el líder de la oposición, un honor que le negaron los electores. De manera que lo que une hoy a la dirección del PSOE con sus todopoderosos barones -Susana Díaz incluída- es precisamente las ganas de disputar a los morados ese ansiado puesto. Y la condición es mantenerse en el 'no' aun a riesgo de que vayamos a unas terceras elecciones que podrían ser definitivamente letales para el socialismo, no solo para Pedro Sánchez

Lo más curioso es la actitud de Albert Rivera. Su tránsito del 'no' a la abstención fue relativamente rápido. Pero ahí anda encallado sin entender que Rajoy no tiene ninguna posibilidad mientras no sume 170 votos afirmativos. Si Ciudadanos quiere "salvar a España" como afirma no tiene otra opción que poner bien claras las condiciones que exige para votar la investidura de Rajoy. Sin ese movimiento previo, su apoyo a los presupuestos o al techo de gasto no sirve absolutamente para nada. Rivera debe poner exigencias programáticas a Rajoy como se las puso a Susana Díaz o a Cristina Cifuentes. Si, como dice uno de sus lugartenientes en Catalunya, Ciudadanos aspira a ser el partido catalán más decisivo en Madrid (sic), los de Rivera deberían saber que les resultará imprescindible mojarse. No hay desayuno en el Palace de Madrid sin la cena previa en el Majestic de Barcelona. Son las dos caras de la misma moneda.

La nueva política no puede tener ataques de estética que la lleven a ser tan inoperante como la vieja política. El último CIS da aire al PSOE y se lo quita al PP y, especialmente, a Rivera. Este problema no lo arreglará el simple paso del tiempo.