Peccata minuta

Riesgos laborales

JOAN OLLÉ

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Estamos en el Teatro Español de la preciosa y madrileña plaza de Santa Ana, ahora bañada por ese milagro que es la luz otoñal de Madrid, luz que no alcanza a iluminar nuestra sala de ensayo, sita en la planta menos dos, en el subsuelo. Pero a la que alguno de los actores se lleva a los labios  las palabras de la libérrima recreación que ha escrito para la escena Mario Vargas Llosa de 'El Decamerón' de Boccaccio, nuestro zulo va coloreándose con los pigmentos de los mejores pintores medievales. ¿Cómo debían ser los cielos  de Madrid o Florencia en el siglo XIV? No muy diferentes de los de ahora, supongo, a pesar de que lanzar un mismo  haz de luz sobre Piazza della Signoria o Callao crea, forzosamente,  diferentes claridades.

En nuestra puesta en escena de 'Los cuentos de la peste' tenemos un grave problema lumínico, ya que los 10 jóvenes que se reunieron en Villa Palmieri para conjurar la epidemia contándose cuentos irreverentes  y licenciosos, lo hacían al amparo de la noche, a la luz de las diversas lunas o enrojecidos por candiles o fogatas. La actual normativa no permite encender ni una cerilla en un escenario. ¿Cómo vamos, pues, a revivir las hazañas de nuestros cuentacuentos, de Nerón o  de Juana de Arco sin lumbre? ¿O las de Churchill, Groucho o el Che, fumadores confesos?

Normas de seguridad

A este insuperable handicap se nos ha añadido otro: en una escena, la actriz Marta Poveda debe trepar por una escalera de tres metros y medio (robusta, ignífuga, anclada, segurísima) hasta el balcón del que descenderá el actor Óscar de la Fuente para reunirse en su lecho de amor. Pues bien: las normas de seguridad han obligado a nuestros dos jóvenes y atléticos cómicos a someterse a un riguroso examen médico para garantizar su integridad física. La prueba consistió, a decir de los pacientes, en un análisis de sangre, otro de orina, electrocardiograma, espirometría, auscultación pulmonar, mediciones de agudeza visual y auditiva, palpaciones, pruebas de equilibrio con ojos cerrados, medición de fuerza muscular en las manos, pequeños martillazos en rodillas, antebrazos y frente… También se interesaron los galenos por antecedentes familiares, enfermedades superadas, vacunaciones... y,  obviamente, por si bebían, fumaban o se drogaban. Todo ello, para ser eximida la parte contratante de una posible responsabilidad.

Tenemos una Seguridad Social de la que presumir, pero en el cuestionario no se preguntaba si Marta y Óscar llegan a fin de mes con su discontinuo trabajo y el jodido 21% de IVA. ¿Pasan un test psicotécnico los próceres que diseñan nuestras miserias? ¿Reciben atención psicológica los desahuciados, no por el riesgo de caerse de una escalera sino de tirarse por el balcón?