Dos miradas

El rictus

Susana Díaz ofreció el domingo, tras perder las primarias del PSOE, una lección inolvidable de cómo tragarse una derrota que no quieres tragarte

Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López tras las elecciones a la secretaría general del PSOE.

Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López tras las elecciones a la secretaría general del PSOE. / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Susana Díaz tiene una boca grande. No lo digo con segundas ni con el afán de centrarme en sus atributos físicos. Lo digo de la misma manera que podría decir que Pedro Sánchez es alto o que Patxi López lleva gafas. Pero las bocas grandes (con labios finos, para acabar de completar la descripción) presentan un problema que no tienen ni la altura ni la miopía: el rictus. El diccionario lo cuenta así: «Apertura de la boca, producida por la contracción de los músculos de la cara, que da el aspecto de una risa forzada». El rictus, en una boca grande, es muy visible, justamente porque la tensión de los músculos es evidente y porque, en caso de no abrirla del todo, la comisura de los labios tiende a ascender para terminar dibujando un trazo que se parece mucho a una caricatura. Es una risa forzada que tiende al clown. Con los brazos caídos, la mano que hace el gesto de no querer obedecer al cerebro (o al revés: es el cerebro que lucha contra la diplomacia de la mano extendida) y esa risa que no lo es, Susana Díaz ofreció la noche del domingo una lección inolvidable de cómo tragarse una derrota que no quieres tragarte.

Al cabo de unos minutos, en Ferraz cantaron La Internacional. Puños en alto, los de la mano izquierda, entonando las estrofas míticas de lo que fue y ya no es. Hacía siglos que no veía, en una sede socialista, esta revolucionaria euforia musical. Después de todo lo que ha pasado, mira, incluso me saltó una lágrima.