Pequeño observatorio

La revolución de la fotografía

Aún me sorprende que hoy el fotógrafo no sufra pensando cuánto carrete le queda

lpedragosa37212177 fotografos camp nou170208212244

lpedragosa37212177 fotografos camp nou170208212244 / periodico

Josep María Espinàs

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando empecé a publicar libros, todavía joven, a veces venía a mi casa un fotógrafo. El periodista y yo esperábamos que el fotógrafo terminara su trabajo, y cuando decía «ya está» se iba. Eran los tiempos del carrete. La cantidad de fotos era bastante limitada, porque aquel carrete todavía podía servir para otro entrevistado.

Esta prudencia fotográfica también la ejercí yo cuando corrí por países exóticos para hacer algunos reportajes para la revista 'Destino'. Tenía que pensarlo bien antes de disparar, no fuera que se me acabasen los carretes en Tailandia y no pudiera hacer ninguna foto en Japón.

LAS FOTOS QUE QUEDAN

El cambio ha sido radical. La revolución fotográfica ha permitido superar todas las limitaciones. Analfabeto tecnológico como soy, todavía me sorprende que el fotógrafo no tenga que sufrir pensando cuántas fotos le quedan. El resultado del progreso es que, en general, el fotógrafo no tenga que sufrir por las fotos que le quedan.

Aún conservo el tic de pensar que se le acabarán las posibilidades de retratar. Habitualmente no pasará. Por otra parte, ningún fotógrafo me dice dónde debo ponerme, ni cómo, ni dónde debo mirar. «Tú tranquilo, yo ya voy haciendo», dice. Y sí, él va haciendo mientras hablo con el periodista. El fotógrafo es como si no estuviera. Este es su éxito. Sin que yo sea consciente de que está ahí, miro a la derecha o la izquierda, me rasco la nuca, sonrío o arrugo la frente, cojo una pipa apagada y la vuelvo a dejar sobre la mesilla.

Esta es la innovación: antes, el fotógrafo me daba instrucciones para quedar bien, ahora me pide que sea «natural». Él es un experto cazador de gestos. La dificultad, o el problema, es que todos somos multigestuales. Los que son poco expresivos evitan encontrarse con una foto demasiado interpretativa. A mí no me preocupa. El fotógrafo, sí, nos inmoviliza en un gesto. Más incómodo es que alguien quiera inmovilizarme en algunas ideas