Al contrataque
La revolución
Ya no se tratará de repensar la pareja y la relación entre los sexos, si no de repensarse como individuo. Y no sé si lo entenderé, ni si me gustará demasiado, pero creo que será fantástico
Milena Busquets
Escritora
MILENA BUSQUETS
El otro día, mientras cenábamos», mi hijo pequeño, que está a punto de cumplir 10 años, me dijo que aquella mañana uno de sus compañeros de la escuela había ido a clase ataviado con un vestido.
–«¿Un niño? ¿Y con un vestido?», le pregunté yo.
–«Sí, mamá, sí», me contestó él con el tono que se utiliza para dirigirse a alguien que no habla tu lengua, que está sordo o que es un poco corto de entendederas.
–«¿Y qué le dijisteis?», insistí.
–«Pues nada. ¿Qué le íbamos a decir? Nos pareció un poco extraño, pero no le dijimos nada», respondió él.
–«¿Y nadie se rio o se metió con él? ¿Y salió al patio a la hora del recreo con su vestido?», pregunté.
–«Sí, claro. Y nadie se rio, no. Era solo un vestido».
Otra de las amigas de mi hijo, una niña listísima de ojos negros y melena castaña a la que le encanta hacer fotos y maullar, se niega a ponerse braguitas. Solo quiere llevar calzoncillos. Los padres, hartos de discutir y sin ningún argumento irrebatible para defender que una niña no pueda llevar calzoncillos si así lo desea, le han comprado media docena. El resto de su ropa de niña de 10 años no le causa ningún problema y se la pone sin rechistar.
Y la semana pasada, en un entreno del equipo de fútbol de la escuela, unos niños se acercaron a otro de los amiguitos de mi hijo y entre risas le preguntaron si era cierto lo que les habían contado de que tenía una muñeca. El niño, un chaval espigado y moreno con las rodillas despellejadas y ojos de ensoñación, uno de los niños más populares de la clase, les miró un instante y respondió:
–«No, no tengo una. Tengo muchas». Y siguió jugando a fútbol tan campante.
EL NUEVO MUNDO
Este es el nuevo mundo. Y mi hijo va a una escuela normal, un colegio concertado de clase media, no es una escuela ni progre, ni experimental, ni de niños malcriados. Tal vez la revolución sexual que se frustró en los años 70 tenga lugar en el siglo XXI y de un modo distinto al que imaginaron nuestros padres. Ya no se tratará de repensar la pareja y la relación entre los sexos, si no de repensarse como individuo. Y no sé si lo entenderé, ni si me gustará demasiado, pero creo que será fantástico. Tal vez, precisamente el hecho de que no nos guste demasiado (sería mucho más fácil decir «niña, ponte las bragas y calla») y de que nos incomode un poco sea la señal de que se trata realmente de algo nuevo.
Un día, todos seremos demasiado viejos para entender lo que ocurre. No falta mucho, aunque algunos parezcan empeñados en hablar hasta su último aliento. Tal vez los que dicen que Europa está vieja y acabada y no tiene nada nuevo que ofrecer deberían darse una vuelta por las guarderías y las escuelas de su barrio. La verdadera revolución tiene lugar allí. Ahora.
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