Carta abierta

Reverendo Mossèn

Desearía que traspase dos misales de nuestra biblioteca a la biblioteca del capellán de la parroquia. ¡Qué bello es ayudarnos los unos a los otros!

Jordi Pujol y Marta Ferrusola posan junto a sus hijos.

Jordi Pujol y Marta Ferrusola posan junto a sus hijos. / periodico

EMMA RIVEROLA

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Soy la madre superiora de la Congregación. Usted ya sabe, somos ese instituto religioso que ejercemos básicamente en Catalunya, pero que extendemos nuestros lugares de recogimiento por todo el mundo. Andorra, México, Panamá o las Bahamas. ¡Incluso en Madrid tenemos algún retiro! Qué ironía, Mossèn. Pero, ya se sabe, cuando se trata de llevar la buena nueva -o las buenas cuentas- cualquier esfuerzo es bueno. No hay fronteras cuando se trata de llevar la luz de la Congregación. Aunque, si las sombras del Mal pretenden darnos caza, entonces la cosa cambia. ¡Alabadas sean las fronteras!

Le comentaba, reverendo Mossèn, que desearía que traspase dos misales de nuestra biblioteca a la biblioteca del capellán de la parroquia. ¡Qué bello es ayudarnos los unos a los otros! Se nota que la Congregación es fiel a sus principios. ¿Cómo dice, Mossèn? ¿Castidad, obediencia y pobreza? Bueno, exactamente no pensaba en esos votos. Aunque basta vernos para saber que somos un ejemplo de modestia y humildad. Seguro que aún recuerda aquel programa en el que yo freía pescadilla y la comíamos acompañada de tortilla de patatas, ¡qué gran imagen aquella! Se parece a la pobreza, ¿no? ¿Qué dice de Porsche y Ferrari? Eso son caprichos del niño. Pecadillos sin importancia.

En fin, en breve le diré donde tiene que poner los dos misales.

Muy agradecida.

Marta