Retratar la propia desnudez

Los autorretratos de la artista austriaca Maria Lassnig en la Fundació Tàpies permiten preguntarse si reflejan la personalidad de la autora

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ROSA MASSAGUÉ

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¿Qué impulsa a un artista a autorretratarse? Y en particular, ¿a una artista? Olga Merino buscaba respuesta a estos interrogantesOlga Merino, en especial al segundo, hace unas semanas en un artículo en 'El Periódico'. Lo hacía con la ayuda de Victoria Combalía de quien citaba su libro 'Amazonas con pincel' (Destino, 2006). Unas respuestas estarían en el uso del cuerpo como campo de experimentación, pero también en la transgresión sexual o en la crítica y denuncia de los roles tradicionales asignados a la mujer.

La exposición  dedicada a la artista austriaca Maria Lassnig (1919-2014) en la Fundació Tàpies (acaba pasado mañana, 31 de mayo) permite profundizar en estos posibles orígenes y motivaciones del autorretrato femenino.

La artista empezó su carrera dedicada a la abstracción pero ya en los años 40 cultivaba paralelamente el autorretrato como atestiguan los primeros cuadros de la exposición. Los suyos son siempre autorretratos en los que aparece desnuda. Muestra las tensiones de su cuerpo, las interiores y su relación con el mundo exterior. Se presenta como un monstruo, como una figura de ciencia ficción, como un oso polar o constreñida por un doméstico delantal. Su cuerpo puede aparecer también como una coraza. 

Si en las primeras obras expuestas pintadas en los años 40 el cuerpo destaca sobre un fondo muy vistoso, a partir de los 70 aquellos fondos coloristas van desapareciendo para dar paso al blanco sobre el que posa la figura desnuda. Incluso desaparece el marco. Esta ausencia de elementos corresponde a la aparición del concepto de "conciencia corporal" del que Lassnig fue una abanderada. 

Viendo la obra pictórica de la artista austriaca cabe hacerse una pregunta distinta a las planteadas al inicio. Los autorretratos, además de ser una declaración de principios, ¿reflejan realmente la personalidad de su autor o autora? Yo diría que no, al menos, no del todo en el caso de Lassnig. O muestran solo una de las múltiples facetas que configuran el carácter de una persona.

En sus autorretratos, desde los primeros a los últimos, la artista se dibuja a sí misma sin ninguna concesión a la sonrisa, con la boca entreabierta, una mirada seria que busca algo en la lejanía y una sensación general de perplejidad. ¿Era así la artista? Si solo nos hubiéramos detenido en los cuadros colgados en las paredes de las salas, podríamos llegar a la conclusión de que era así.

Sin embargo, una mirada a las vitrinas con fotografías y otros materiales de tipo personal, nos devuelve a otra Maria Lassnig, a una mujer divertida, sonriente, que goza de la vida.  Incluso en la foto que acompaña su esquela mortuoria, aparece el retrato de una mujer que parece reírse incluso de sí misma.

Esta otra Maria Lassnig es la que contó su vida en una película, 'Kantate' ('Cantata') que también puede verse en la Fundació Tàpies. Es una película de animación con unos dibujos muy infantiles y muy divertidos sobre los que aparece la artista cantando los distintos capítulos de su vida con una voz carrasposa, como si lo hiciera en un tugurio lleno de humo, cambiando de disfraces a cual más cachondo. Lassnig hizo está película en 1992, cuando tenía 73 años y, por lo que parece, la hizo con muchas ganas de reírse de sí misma, con mucha guasa.