Los jueves, economía

¿Retorno a Marienbad?

Aunque el empleo mejora, el frenazo de la productividad y de las exportaciones lastra la recuperación

JOSEP OLIVER ALONSO

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La dinámica actual del mercado de trabajo es más que esperanzadora. La EPA del tercer trimestre sugiere una fortaleza de fondo en el empleo, y en la caída del paro, no contemplada desde el final de la expansión anterior. Así, en el año que finalizó en septiembre el empleo se incrementó en cerca de 270.000 puestos de trabajo, un notable 1,6% que contrasta con la contracción del -2,4% del tercer trimestre del 2013. Por su parte, el paro cayó, y por vez primera desde el 2006, un insólito -8,7%, lo que se tradujo en cerca de 500.000 desempleados menos. Lógicamente, esa contracción se explica, además de por el aumento de la ocupación, por la importante reducción de los activos, del -1,1% (-250.000).

Las características del nuevo empleo son especialmente positivas: frente al avance medio del 1,6%, la ocupación en la industria creció un insólito 3,5%. Igualmente, y a diferencia de los peores momentos de la recesión, el empleo asalariado aumentó un 2,0%, mientras que los autónomos (falsos asalariados en gran medida) se contrajeron (-0,7%). Y en el ámbito de los primeros, los asalariados indefinidos muestran, por vez primera también desde el 2008, destacables avances (1,2%), aunque por debajo de los temporales (4,6%). También destacan las ganancias del empleo con calificaciones medias-altas y altas, junto al hecho de que el nuevo empleo sea fundamentalmente privado.

Pero el aspecto más relevante del último año quizá sea el radical cambio de tendencia de la jornada: mientras la de tiempo completo crece a un ritmo del 1,8%, el empleo a jornada parcial solo avanza marginalmente (0,1%). En este ámbito merece capítulo aparte la dinámica de la subocupación, la de aquellos que desearían trabajar más horas pero no pueden. Esta tipología de trabajadores había presentado relevantes aumentos en los peores momentos de la crisis, reflejando, de hecho, paro encubierto. Ello es tan así que la Fed de Janet Yellen utiliza esta variable, más que la tasa de desempleo estricta, como uno de los principales indicadores de la situación del paro estructural, un aspecto crítico para evaluar la dinámica laboral. Pues bien, este empleo se está contrayendo intensamente.

En economía todo suele tener su lado oscuro. Y en lo tocante al empleo, este es la notable reducción en el avance de la productividad, es decir, del PIB por hora trabajada o por ocupado. Así, en el 2012, en lo más duro de la segunda recesión, las ganancias de productividad eran intensas: una caída del PIB superior al 2% anual frente a retrocesos mucho más intensos, en el entorno o por encima del -4%, del empleo total o de las horas de trabajo. Hoy, en cambio, la mejora de la ocupación implica avances mucho menores: en el año que finalizó en el tercer trimestre del 2014, el PIB aumentaba a una tasa anual del 1,6%, mientras que el empleo lo hacía a un ritmo idéntico.

De confirmarse esta tendencia de reducción del avance de la productividad, tendríamos un nuevo indicador que apuntaría a que la recuperación actual no es lo saludable que desearíamos. En esta misma dirección apunta la notable contracción del superávit de la balanza comercial en el 2014 por la frenada de las exportaciones y, en especial, el muy intenso aumento de las importaciones en bienes de consumo, aunque también de inversión.

Los dos índices, la reducción del crecimiento de la productividad y la disminución del superávit exterior, apuntan a que la mejora en curso se está basando en exceso en el consumo privado y en el crecimiento de sectores de bajo producto por unidad de trabajo. El único sesgo positivo de lo que hoy sucede es la recuperación de la inversión en maquinaria y en bienes de equipo, que, aunque ha reducido su progresión, acumula un año con crecimientos superiores al 10%.

Viniendo de la más dura recesión jamás experimentada por este país, el avance del empleo y de la demanda interna son más que positivos. Aunque ello no es suficiente para hacer frente a los formidables retos que afrontamos. Queda la esperanza de que el aumento de la inversión productiva se traslade, tarde o temprano, a crecimientos más elevados de la productividad y, a su vez, a nuevas alzas de las exportaciones (y/o reducción en el ritmo de avance de las importaciones).

Pero eso no es evidente que vaya a ser así. De no mediar esta corrección estaremos de nuevo ante el tradicional modelo de crecimiento católico-latino: avances del PIB basados en la demanda interna, aderezados con déficit exterior (es decir, más deuda con el resto del mundo) y baja productividad, elemento imprescindible para estimular el aumento de la ocupación. En suma, retorno a nuestro particular Marienbad, muy distinto del del cineasta Alain Resnais. Lo de siempre por estos pagos: pan para hoy y hambre para mañana.