Peccata minuta

Resurrección

Toda mi envidia para aquellos que creen que la temporadita que pasamos aquí es solo un compás de espera hacia la eternidad y un día

La mona de Mireia Julve.

La mona de Mireia Julve. / periodico

JOAN OLLÉ

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Nunca he entendido por qué, si Jesucristo murió en viernes y resucitó al tercer día, lo celebramos el domingo, cuando apenas han pasado dos: ni su reino ni sus matemáticas son de este mundo. Toda mi envidia para aquellos que creen que la temporadita que pasamos aquí es solo un compás de espera hacia  la eternidad y un día. No deberían, pues, temer por el fin de sus vidas terrestres ni llorar a sus muertos, ya que para ellos el reloj del tiempo no tiene manecillas y el cuerpo es solo un guardapolvo de usar y tirar. Debe ser extremadamente cansina la inmortalidad, y desearía con todas mis fuerzas morirme plácidamente, leyendo una buena novela negra –sin saber quién es el asesino–, pocas horas antes de que los grandes doctores derroten a la muerte.

¿Cómo debe ser un día en el más allá? ¿A qué hora tocan diana? ¿Se come y cena por turnos o todos a la vez? ¿Hay campos, montañas y mares o solo nubes de algodón? ¿Sirven vermut y berberechos los domingos o solo hostias y vino de misa? ¿Se pueden seguir la Liga y la Champions o solo los partidos  (Cielo 5 – Infierno 0) entre ateos y católicos? ¿Suenan por megafonía Miles Davis, los Rolling, Brel  Brassens o solo cantos litúrgicos para lira y angelito?

En todo esto pensaré el domingo cuando Jesucristo resucite y Carlota, que decidió irse el último verano, no venga a traer la mona de huevos, pollitos y plumas a mi hijo, y es muy posible que también recuerde la sonrisa y los cariñosos besos de Carme Chacón las veces que nos vimos, así como a tantísimos seres imprescindibles que nos han ido abandonando.

UN POEMA DE HOLAN

Pero no todo está perdido para los desafectos. Dicen que Dios tiene dos maneras de castigar a aquellos que le rezan: negarles aquello que le piden… o concedérselo. A falta de fe, poesía: Vladimir Holan, poeta checo fallecido en 1980,  no habla en arameo, pero escuchen lo que dice en Resurrección: «¿Que después de esta vida tengamos que despertarnos en medio de un terrible estrépito de clarines y trompetas? Perdóname, Dios, pero prefiero imaginar que nuestra resurrección, la de todos los muertos, la anunciará el simple canto de un gallo. Y nos quedaremos, aún medio dormidos, un ratito más en la cama. La primera en levantarse será nuestra madre. Oiremos como, procurando no hacer ruido, enciende el fuego, pone a hervir el agua, y, procurando no hacer ruido, saca del armario el molinillo del café. Y volveremos a estar en casa».

La traducción es mala y mía,  y este artículo deberíamos cobrarlo a medias con Holan. Y, puestos a robar, acabemos con Gil de Biedma: «Resolución de ser feliz / por encima de todo, contra todos / y contra mí, de nuevo / –por encima de todo, ser feliz– / vuelvo a tomar esta resolución». ¡Felices Pascuas!