La resurrección de Hamlet
El Festival de Bregenz recupera la ópera de Franco Faccio, contemporáneo de Giuseppe Verdi, sobre el personaje de Shakespeare
Rosa Massagué
Periodista
ROSA MASSAGUÉ
El príncipe de Dinamarca que habla italiano ha resucitado. Lo ha hecho casi un siglo y medio después de haber desaparecido de la escena. 'Hamlet', una de las únicas dos óperas de Franco Faccio (1840-1891) ha vuelto a subir a un escenario. Lo ha hecho en Bregenz (Austria) de la mano de Paolo Carignani en la dirección musical, y de Olivier Tambosi, en la escénica festejando así dos aniversarios, el 400º de la muerte de genial creador del personaje, de William Shakespeare, y los 70 años de existencia de este festival muy popular gracias a las espectaculares representaciones en el monumental escenario sobre el lago de Constanza. Sin embargo, este 'Hamlet' desconocido del público ha encontrado acomodo en el moderno auditorio donde se desarrolla la parte más sinfónica y de creación de este festival estivo.
En su época de estudiante en el conservatorio de Milán, Faccio trabó una gran amistad con Arrigo Boito --que después sería el gran libretista de Giuseppe Verdi-- con quien le unía la voluntad de modernizar el mundo musical italiano que empezaba a oler a rancio y abrirlo a las corrientes europeas.
Faccio estrenó su 'Hamlet' en Génova, en 1865, con libreto de Boito. A diferencia de la versión operística de la tragedia shakesperiana del francés Ambroise Thomas, ésta sigue fielmente el texto de la obra del inglés. Una segunda y última representación de la ópera tuvo lugar en la Scala de Milán, en 1871, pero una serie de acontecimientos desafortunados en aquella representación llevaron a Faccio a abandonar la composición y a dedicarse a la dirección orquestal, tarea en la que destacó sobremanera.
Fue director de la orquesta de la Scala, estrenó la representación italiana de 'Aida' y la absoluta de 'Otello', ambas de Verdi, y también 'Edgar', de Puccini. Impulsó la música instrumental en Italia en un momento de gran ebullición política y cultural con la creación de varias orquestas y dirigió en distintas ciudades europeas, entre ellas, Barcelona, concretamente en el Liceu.
El 'Hamlet' de Faccio cobró nueva vida, aunque muy modesta, en el 2014, en Alburquerque (Nuevo México) gracias a la exhumación del manuscrito --Ricordi nunca publicó la partitura completa--, hecha una década antes por Anthony Barrese. Se puede decir que en Bregenz ha tenido su puesta de largo. La música de Faccio combina apuntes wagnerianos con momentos que son anticipatorios del verismo con su uso de interludios musicales.
La puesta en escena de Tambosi es aparentemente moderna, de las que no molestan a los dados a horrorizarse con lo que consideran desmanes, pero en el fondo es muy clásica. La primera escena que combina el jolgorio de la corte mediante un movimiento circular del escenario, con la introspección de Hamlet es de las más logradas de la representación. Sin embargo, el abuso de este movimiento a lo largo de la ópera cansa. Los decorados son de Frank Philipp Schlösseman, habitual de Bayreuth en los últimos años. Escénicamente, hay dos momentos muy efectistas que son las apariciones del espectro del rey muerto. Gracias a la iluminación de Manfred Voss, parece que la figura emerja del lago.
El habitual brío de Carignani al frente de la Orquesta Sinfónica de Viena y del Coro de la Filarmónica de Praga llevó la merecida resurrección a buen puerto, especialmente en los momentos instrumentales de los que merece destacarse la marcha fúnebre de Ofelia. Vocalmente, el tenor Pavel Cernoch en el papel protagonista dio gran credibilidad al personaje atormentado. Su 'Essere o non essere' y el duo con Ofelia (Iulia Maria Dan), y el también duo con su madre, Gertrude (Dshamilja Kaiser), fueron momentos de gran brillantez. La voz de Cernoch, a quien habíamos tenido ocasión de ver en Madrid en el papel de Vaudemont, de 'Iolanta', recuerda según algunos entendidos al joven Josep Carreras.
Completaban el reparto en los papeles principales Gianluca Buratto (El espectro), Claudio Sgura (Claudio, rey de Dinamarca), Eduard Tsanga (Polonio), Sébastien Soulés (Orazio), Bartosz Urbanowicz (Marcello) y Paul Schweinester (Laertes).
Seguramente no mereció la mala fortuna que tuvo en su corta vida, pero también es verdad que siendo una buena composición, en su momento competir en el escenario, y no digamos superar, a Verdi debía ser misión imposible. Con la perspectiva de hoy, vale la pena su recuperación.
Representación vista el 20 de julio.
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