Estrategias oblicuas

La respuesta de Rajoy

IGNACIO ESCOLAR

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Puede que el presidente del Gobierno aún no lo sepa, pero se juega pasar a la historia como el último gobernante de la España que hoy sale en los mapas. La estrategia de Mariano Rajoy es la de siempre, la que aplica a todos los problemas que afronta: quitarle urgencia al incendio por altas que parezcan las llamas; no hacer nada y sentarse a esperar, a ver si las cosas se arreglan solas. «La vida es resistir», le decía por SMS el presidente a la mujer de Luis Bárcenas en una frase que Rajoy podría hacer grabar en piedra en el frontispicio de su casa. Contra pronóstico, el marianismo en ocasiones funciona; no le fue mal hace un año para evitar el mal trago de un segundo rescate para España. Pero ante algunos problemas, resistir sin moverse no sirve para bajar el suflé sino para que el postre en el horno se queme del todo. ¿El mejor ejemplo? Catalunya.

Por mucho que la mayor parte de la prensa madrileña se burle de la ejemplar movilización ciudadana de la Via Catalana, por mucho que en el Consejo de Ministros cunda la idea de que la protesta independentista se autodestruirá por las contradicciones entre CiU y ERC, la realidad es que la marea soberanista en Catalunya sigue creciendo hasta ser casi mayoritaria y no hay un solo indicio racional que permita pronosticar que las aguas volverán a su cauce ellas solas. El debate ya es otro: si ya es demasiado tarde. Si, incluso en el caso de que Rajoy se atreviese con una reforma constitucional y un nuevo pacto fiscal, existe aún la posibilidad de dar la vuelta a la corriente independentista.

¿Se puede desbloquear esta situación sin permitir algo tan comúnmente aceptado por la inmensa mayoría de los catalanes como un referendo? Creo que no. ¿Lo permitirá Rajoy? Lo dudo mucho. No solo porque no cree en él y calcula (me temo que equivocadamente) que es más fácil vencer al independentismo prohibiéndolo que convenciendo a la mayoría de los catalanes de que es mejor permanecer unidos. También hay otro problema: su margen de maniobra. No es solo la prensa madrileña. El presidente presume de no dejarse llevar por aquellos que pretenden dictarle la línea desde los periódicos. Es cierto que los ignora, como bien saben los directores de El Mundo, Abc y La Razón. Para bien y para mal, sin duda estamos ante el presidente del Gobierno que menos importancia concede a lo que digan los titulares. Pero para arreglar el nudo catalán Rajoy no solo necesita la mayoría absoluta en el Congreso: también un liderazgo político en el resto de España, que no entiende la posición catalana e incluso se siente víctima de ella. Aun si Rajoy se quiere mover, ¿le dejarán sus votantes? Tengo mis dudas. Y para los pocos en ambos lados del Ebro que aún creemos en otra España distinta donde todos contemos, es inevitable no caer en el pesimismo del que lo ve todo perdido.