República, anarquía y 'problema catalán'

XAVIER RIUS

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Hace muchas décadas que no coincidían simultáneamente en Barcelona los tres movimientos políticos y sociales que han marcado la historia de la capital de Catalunya los últimos ciento cincuenta años. Unos movimientos de los que casi toda la clase política catalana se enorgullece cuando se habla del pasado, pero en determinados momentos han sido difíciles de manejar por los dirigentes de la época.

Un anarquismo que, más allá de la lucha contra las quintas, la guerra de África y huelgas como la de la Canadiense o por la jornada de ocho horas, no quiere la reforma sino la revuelta, que no quería la República sino la Revolución. En segundo lugar, el nacionalismo catalán, las demandas de los catalanes de un autogobierno para Catalunya, de un encaje distinto dentro de España. Incluso, de la burguesía industrial que rechazaba las políticas centralistas y anacrónicas de los gobiernos del Borbón de turno que ahogaban nuestro crecimiento industrial. Y, en tercer lugar , el republicanismo dentro y fuera de Catalunya, que miraba al futuro, y se rebelaba frente unos reyes, unos dirigentes políticos y una iglesia que ahogaba las ansias de progreso, libertad y justicia social en toda España.

Evidentemente en ciertos momentos estos tres movimientos confluían, mientras que en otros siguieron caminos o tiempos diferentes. El dos primeros presidentes de la Primera República Española, en 1873, Estanislao Figueras y Moragas, y Francisco Pi y Margall eran barceloneses. Barcelona se adelantó unas horas en Madrid en la proclamación de la Segunda República, cuando el 14 de abril de 1931 Francesc Macià salió al balcón para proclamar la República catalana "a la espera de que los otros pueblos de España se constituyan como a Repúblicas, para formar la Confederación Ibérica".

El 18 de julio de 1936 fueron los anarquistas barceloneses los que pararon el triunfo en Barcelona del golpe militar contra la República, aunque después se vivieran los enfrentamientos, recogidos por Orwell en el libro 'Homenaje a Catalunya', entre republicanos y comunistas, por un lado, con libertarios y poumistas de la otra. Pero a medida que se acercaba la derrota de la República, republicanos, comunistas, catalanistas y anarquistas volvieron confluir en la lucha, y juntos sufrieron la derrota.

En Catalunya se vive desde hace dos años un proceso que no se detiene en favor del derecho a decidir por algunos, y claramente por la independencia para muchos otros que, ante la negativa del gobierno de Madrid, nos conduce a un 9 de noviembre que ERC, CiU, ICV- EUiA y la CUP desean que se haga la consulta, a pesar de los impedimentos del Estado. Desde hace una semana las calles de Barcelona se ha despertado aquella Rosa de Fuego, de revuelta libertaria encendida tras el desalojo del centro autogestionado de Can Vies, que ha motivado toda Cataluña unas protestas, en ciertos momentos de carácter lúdico, en otras muy violentas, de una intensidad que hacía mucho tiempo que no se veía, y que no se podrá resolver dentro del marco estricto del cumplimiento de las leyes. Y los que se han puesto las manos en la cabeza por su virulencia parece que olviden que el anarquismo y la barricada –pese a que lógicamente se condene la violencia–, forman parte del ADN de una Barcelona de tradición libertaria.

El anuncio de ayer de abdicación del Rey Juan Carlos I ha motivado en todo el Estado, también en Barcelona, un movimientos de protestas en favor de la República. Ante muchos ayuntamientos y en las plazas de pueblos y ciudades se han manifestado juntos miles de personas con banderas y banderas tricolores, pidiendo decidir si queremos monarquía o república o simplemente para decir que no queremos rey. Y las decisiones que tome el futuro Felipe VI para afrontar el llamado "problema catalán " marcará para siempre su reinado y podrán ayudar a encontrar una salida al conflicto o, quizás, a crisparlo aún más.

Es evidente que la euforia republicana que estalla estos días en las plazas de tantas ciudades no se puede igualar por su contexto con la del 14 de abril de 1931, ni los enfrentamientos iniciados a Sants entre anarquistas llamados ahora "jóvenes antisistema", con los de las revueltas libertarias de hace un siglo. Sí que es muy superior por su magnitud y fortaleza, el movimiento catalanista de los que creen que el único encaje entre Cataluña y España se podrá encontrar saliendo de España.

La cuestión no es sólo si los espacios autogestionados como Can Vies resistirán o crecerán después de una primera semana de protestas, ni si tendrán consecuencias políticas las manifestaciones por la supresión de la monarquía, cuando parece que incluso CiU, que quiere la independencia de Catalunya votará sí a la ley por la sucesión de Felipe VI, ni si la consulta no se podrá hacer , y quizás Felipe VI fuerce a Rajoy a darnos el Pacto Fiscal.

La cuestión es que los movimientos sociales y políticos en ocasiones son incontrolables o imprevisibles e, incluso, políticamente inoportunos o contradictorios. La cuestión es que late la Barcelona de la Rosa de Fuego, de Ferrer Guardia, de Durruti, del Noi del Sucre, de Macià y Companys. Y las banderas de revuelta, negras, rojas, tricolores, quatribarradas o estelades, ondean con una fuerza no prevista en las calles, como ya lo habían hecho en tiempos de nuestros abuelos o tatarabuelos en favor de la República, la anarquía o para resolver "el problema catalán".

Post publicado en el blog de Xavier Rius