La reportera quería alucinar

FERRAN MONEGAL

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Se llama Meritxell Martorell. La han colocado al frente de 21 días (Cuatro), ese programa que comenzó años atrás con Samanta Villar, luego con Adela Úcar, y que se basa en un lema inquietante desde un punto de vista periodístico: «No es lo mismo contarlo que vivirlo». Es decir, que la reportera no narra lo que ve, sino que pretende experimentarlo en sus propias carnes. ¡Ah! Este es un tema ampliamente discutido y discutible. Yo personalmente no estoy convencido de que para contar bien una intervención quirúrgica el periodista se tenga que someter a una operación de apendicitis. En cualquier caso esto es un programa de tele, y como todo en la tele, tiene sus trampitas. Recuerdo que una vez, Samanta Villar anunció a bombo y platillo que se transformaría durante 21 días en actriz porno. Luego resultó que Samanta se limitó a mirar, a fisgar, desde una esquina de la cama, completamente vestida. La tele es así. Esta semana Meritxell Martorell nos anunció «¡Experimentaré con drogas!». O sea, quería alucinar. Y eligió una substancia llamada ayahuasca, originaria del Amazonas. Según los expertos no es una droga, aunque dicen que si te la tomas flipas dos días seguidos. Hay una interesante literatura al entorno de la ayahuasca. La escritora Isabel Allende cuenta en La suma de los días que experimentó con ella para avivar su imaginación. El periodista Xavier Ayén, en su diccionario de los escritores latinoamericanos (Aquellos años del boom) advierte que Carmen Balcells, Josep Maria Castellet Mario Vargas Llosa viajaron expresamente a la Amazonia en busca de una chamana y que les diera un poco de ayahuasca de la buena. O sea que Meritxell tenía ante sí un interesante camino para abordar el asunto. Prefirió el recorrido turístico.

Primero estuvo en Perú, en donde la ayahuasca forma parte del repertorio de actividades que ofrecen los turoperadores. Allí no tomó nada, pero hizo vistosas posturas junto a chamanes de Iquitos. Luego regresó, y aquí encontró una especie de casa de colonias en donde, por 150 euros al día, te dan ayahuasca y, por el mismo precio, tocan la flauta y el tambor en un ritual muy ingenuo y colorista. Meritxell entonces la probó. Pero le sentó mal. Y acabó el programa con un toque de moralina. No la toméis que es malísima, nos vino a decir. ¡Ah! Antonio Escohotado y Fernando Sánchez-Dragó, apóstoles de la bondad de la ayahuasca, deben de estar en un grito.

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