ANÁLISIS

El reloj de la Puerta del Sol

ANTONIO BIGATÁ

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No, no fue un problema de reloj, sino de procedimientos, estilos, prepotencias y, sobre todo, de sentimiento de impunidad al pisotear a los demás. Si hubiese sido un problema de reloj, el pseudojeque futbolístico Florentino Pérez lo habría resuelto en un plis plas. O habría comprado el reloj de la Puerta del Sol, que da la hora oficiosamente oficial de España, para retrasarlo a su antojo, o habría contratado como jardinero particular al hijo de quien mueve las agujas del reloj a cambio de que su padre le hiciese un favor urgente.

Lo que le ha fallado esta vez a Florentino es el procedimiento, su libro de estilo para contratar jugadores con contrato en vigor en clubs que o no quieren vender o no quieren hacerlo al precio que les ofrece. Cuando De Gea estaba en el Atlético, llegó a decir que no iría al Real ni siquiera si le ofreciesen un talón en blanco. Florentino le convenció de que eso era una tontería; le pudo explicar, con ejemplos de su propia biografía, las cosas fantásticas que se pueden llegar a hacer cuando se tiene dinero para dar y tomar. Una vez convencido, De Gea empezó un ritual con muchos antecedentes: se acogió a lo del derecho a decidir para solicitar ser traspasado al Madrid e inició una actitud de rebeldía pacífica para forzar al Manchester a traspasarlo aunque el Madrid no pagase lo que pedían los ingleses.

A partir de ahí, para Florentino todo era sentarse y esperar. Su técnica de negociación presionante (por no decir chantajeante), le ha dado muchas alegrías cuando ha ido hasta el final. En este caso, el factor ganador era que ningún equipo puede correr el riesgo de jugar con un portero enfadado, dispuesto a hacer al club las mismas cochinadas que las que cree estar sufriendo él.

Ha pesado otro factor: a nivel de códigos de conducta no solo Florentino y De Gea se parecían mucho sino que enfrente tenían a un tipo idéntico a ellos: Van Gaal. Se encontraron cara a cara tres sujetos con capacidad de actuar como si sus respectivas madres no se dedicasen por las noches a la beneficiencia virtuosa. Van Gaal aceptó el reto de dejar pudrir el tema hasta que el reloj obligase a Florentino a aflojar más dinero o a renunciar a De Gea.

El último día, apareció en escena Keylor Navas, el portero al que el Madrid había tratado hasta ese momento como a un cornudo engañándole con la historia de que sería el titular de este año cuando estaba trabajando para que llegase otro. Ese día le dijeron la verdad y le contaron que tenía que irse al United, que además le pagaría el doble, porque sin comerlo ni beberlo, Florentino y Van Gaal habían decidido convertirle en moneda de cambio para pagar una parte del fichaje de De Gea.Keylor, que en esta historia representa al obrero del Tercer Mundo al que todos pisotean, consciente de que le habían humillado, no bajó la cabeza, puso condiciones gallardas y fijó un precio alto. Aceptar y cumplir esas condiciones requirió tiempo; encima, en el equipo de Florentino no había buenos expertos para resolver con diligencia los problemas que a veces plantea la correspondencia a través de internet (no descarten que el técnico que perdió un tiempo precioso tramitando los mensajes fuese un enchufado contratado por Florentino como compensación por un fichaje anterior, o un admirador de Iker Casillas, o un damnificado de la plataforma petrolífera marítima que el presidente del Madrid situó delante de Vinarós). Se perdió un tiempo precioso y sonaron las 12 campanadas.

Balance final. Uno: un ridículo histórico que acompañará para siempre a Florentino y que le rodeará a partir de ahora de discretas sonrisas burlonas cada vez que aparezca en público. Dos: un nuevo desprestigio para la imagen internacional del Madrid. Tres: el Real empezará la Liga con un portero que todo el mundo sabe que no quiere. Cuatro: De Gea tiene que escoger entre bajarse los pantalones ante Van Gaal renovando por el United o correr el riesgo de pasarse unos cuantos meses sin jugar. Pero lo mejor es el cinco, la satisfacción de quienes están contra los códigos morales y éticos, así como con los procedimientos que gasta Florentino, que llegó a comprometerse con De Gea a pagarle 10 millones de euros si iniciaba su desafección contra el Manchester United y al final el Real no le fichaba. Con ese dinero, De Gea, si quiere, puede comprarse un buen reloj.