Regresión

Por si aún quedan pocos por advertir, que se sepa de una vez: estamos en un año de gran agitación económica y financiera (hasta el nuevo año chino inciado esta semana advierte de que es el del mono de fuego, pintado del color rojo de las pérdidas) que siempre acaba determinando las decisiones de empresas, particulares y Gobiernos. Por el orden que se quiera. Ya son demasiadas las advertencias de analistas serios (y también de sus imitadores, pese a que no entienden lo que dicen) de que el festín del dinero barato en Occidente ya no da para más. Sirvió de excusa que había que evitar la gran recesión, recordando a la gran depresión de 1929. Se consiguió, pero a diferencia de hace casi un siglo, cargando sobre los presupuestos públicos (los contribuyentes) el pagano principal del desaguisado. Entre bancos y gobiernos lo iban a resolver. Pues tampoco: los náufragos salvados en alta mar se han hecho con el puesto de mando y vuelven a castigar, nada menos, que a una capitana tan sólida y respetada como Janet Yellen, que solo decidió en diciembre virar el rumbo del capitalismo salvaje un cuarto de punto de tipo interés. Así que los piratas de siempre han decidido que es suficiente para regresar a los mares de la turbulencia, donde pescan mucho mejor.