El regalo inglés de Barenboim

El director al frente de la Staatskapelle Berlin revela la influencia de Richard Wagner y otros compositores continentales en un autor aparentemente tan británico como Edward Elgar

Daniel Barenboim, en el Palau de la Música Catalana.

Daniel Barenboim, en el Palau de la Música Catalana. / FERRAN SENDRA

ROSA MASSAGUÉ

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Hay que dar las gracias a Daniel Barenboim por traernos la música de Edward Elgar (1857-1934), concretamente la 'Sinfonía n.1 en La bemol mayor', op.55, al Palau de la Música dentro del ciclo Palau 100. Del compositor británico sabemos poco. Raramente se programan sus obras entre nosotros. Las 'Variaciones Enigma', algunas piezas para órgano y poco más. Bueno, también sabemos de 'Pompa y circunstancia' la primera de sus cinco marchas, ahora bien conocida por acompañar ceremonias como graduaciones universitarias o bodas y por formar parte del folklore nacional-patriótico de la última noche de los Proms, el largo festival veraniego de Londres.

Ha sido esta larga asociación con el festival londinense en el que la marcha se interpreta junto a obras tan 'british' como 'Jerusalén', de Hubert Parry, o las composiciones de William Walton ('Corona Imperial', escrita para la coronación de Jorge VI u 'Orbe y Cetro', para la de Isabel II) lo que ha situado erróneamente a Elgar como un compositor profundamente británico. Esta percepción, junto a la falta de una gran tradición musical inglesa como pueden ser la alemana, la italiana o la francesa, han recluido al compositor  en la insularidad británica donde, allí sí, su obra es bien conocida e interpretada frecuentemente.

Afortunadamente, Barenboim ha venido a decirnos cuán equivocados estábamos y para sacarnos de nuestro error el lunes ofreció un concierto muy bien trabado que explicaba el hilo que une a Elgar con la música continental como dirían los británicos. Al frente de la Staatskapelle Berlin el director dedicó la primera parte a Richard Wagner, concretamente a fragmentos de 'Parsifal' (preludio del acto I y 'Encantamiento del Viernes Santo'), y al preludio del acto I de 'Los maestros cantores de Nuremberg'.

En la segunda parte, la sinfonía de Elgar, una larga pieza en la que se detecta nítidamente la influencia de Wagner. Hay una enorme orquesta. Hay evocaciones de 'Parsifal' y de la tormenta con que empieza 'Die Walküre', pero también hay una influencia anterior, la de Johannes Brahms. En realidad Elgar compartía con el compositor de Hamburgo la idea de que una sinfonía no necesita desarrollar un programa para alcanzar la máxima altura artística.

El músico inglés dedicó su primera sinfonía a Hans Richter que fue quien la estrenó en Manchester en 1908. Este director de origen húngaro había inaugurado en 1876 el Festival de Bayreuth dirigiendo el ciclo completo de 'El Anillo del nibelungo', de Richard Wagner, y había mantenido una estrecha relación profesional con este compositor, una relación que llevó a ambos, a compositor y director, a viajar a Londres.

En la capital británica Richter conoció a Elgar con quien entabló una amistad. El director wagneriano desarrolló una parte importante de su carrera en el Reino Unido y su influencia sobre el autor de la sinfonía que nos ocupa fue importante como bien explica el crítico Xavier Cester en el programa de mano del concierto. Elgar inauguró así el sinfonismo británico que, como hemos visto, tiene poco de británico.

De la interpretación que Barenboim y la Staatskapelle Berlin en el Palau poco cabe decir más allá de que fue memorable. Lo fue en el prólogo de 'Los maestros cantores de Nuremberg' y en la 'Sinfonía n. 1' de Elgar. Fue una interpretación que trasmitía perfectamente la elegancia del primer movimiento ('Andante. Nobilmente e semplice') de la partitura de Elgar y el 'Adagio' y el posterior 'Lento' era una lección de maestría. Cuando hay casi 25 años de compenetración entre batuta y músicos siendo tan buenos una y otros es difícil que las cosas salgan mal.

Al final del concierto, muchos espectadores salían con ganas de volver a escuchar la sinfonía y otras obras orquestales de Elgar. Desgraciadamente el inglés solo completó dos sinfonías. Pero ahí están su 'Concierto para violonchelo y orquesta en Mi menor', op. 45, o el 'Concierto para violín y orquesta en Si menor', op.61, por ejemplo.