El debate sobre la Carta Magna

¿Reforma de la Constitución?

Es poco factible que se lleve a cabo una actualización mínimamente adecuada del texto de 1978

JESÚS LÓPEZ-MEDEL

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Han pasado 37 años desde la promulgación de la Constitución. Para unos será mucho tiempo y para otros no tanto. Lo cierto es que hoy todo va más rápido en la vida, en la sociedad, en las relaciones humanas, en los avances tecnológicos. Contemplar imágenes de aquellos momentos nos lleva a una evocación lejanísima, como un Cuéntame. Sea mucho o poco el tiempo transcurrido, la percepción es que es enorme y vertiginosa la distancia.

Hace dos años fallecieron tres de los protagonistas más relevantes de ese periodo: Fraga, Carrillo y Peces-Barba. Con ellos moría una forma de hacer política basada en la combinación de la defensa de ideas propias y la capacidad de encuentro. Esto ya no existe desde hace mucho. La Constitución contiene cosas buenas y otras mejorables. Para mí, las primeras son muy superiores.

Diseñar un marco de convivencia democrática para todos fue un logro histórico. Pero la gran mayoría de los errores vendrían después, no tanto en el desarrollo legislativo como, sobre todo, en la práctica política. Y están el desgaste natural por el paso del tiempo y la necesidad de dar respuesta a los nuevos retos. Y se ha retorcido la Constitución poniendo el acento en principios aislados y olvidando y marginando otros (justicia e igualdad). Entre las actitudes, se dejó atrás el acercamiento y la capacidad de escucha de los otros.

EL CLIMA DE CONSENSO

La nueva legislatura que viene tiene aparentes aires de reforma constitucional. Varios partidos la propugnan y, de un modo más mayoritario, numerosos círculos intelectuales y sociales. Sobre todo, para blindar y reforzar determinados derechos, garantizar un mejor y verdadero funcionamiento democrático y abordar el tema territorial. Afortunadamente, se ha extendido la idea de que la Constitución no es intocable y que si hay que abordar su reforma puede hacerse con normalidad y sin miedos. Sin embargo, es muy difícil recuperar el clima de consenso de entonces. La sociedad tiene una imagen muy negativa de una clase política muy deteriorada. Si hoy un político hablase de su vocación de servicio público, nadie le creería. Incluso provocaría risas.

Sería ahora el momento de hacer una segunda Transición, de dar sin miedo un paso hacia el futuro. De actualizar nuestra norma básica de convivencia. Y eso se debatirá en el Parlamento. Ya es algo, pues en estos cuatro oscuros años no ha habido intercambio de ideas, ni dialéctica ni intento alguno de buscar puntos de encuentro. La mayoría absoluta se convirtió en absolutista, contundente y hegemónica. Eso, afortunadamente, quedará atrás pronto.

El que más impulso pondrá para la reforma será Podemos, tanto en lo que se refiere a derechos sociales y reforma de las instituciones como en el tema territorial. Sobre esto ha sido el único partido valiente de ámbito estatal al propugnar la regulación de un derecho a decidir. Aunque le cueste votos en las Castillas profundas, es el partido estatal más respetuoso con Catalunya.

El PSOE es un partido que, aun habiendo perdido sus esencias, sí postularía algún cambio. Es insistente sobre su idea de Estado federal, pero eso -que en la práctica ya somos- no resolvería el tema de la articulación de Catalunya respecto del conjunto de España. Pero es un partido que puede estar abierto a cambios aunque es, casi al nivel de Rivera, la pura vaguedad.

Pero soy pesimista en cuanto a que se lleve a cabo una actualización mínimamente adecuada de la Constitución. Las expectativas para coger un nuevo impulso quedarán ahí, en deseos irrealizados. El previsible alto resultado del PP y de Ciudadanos hará que juntos bloqueen, minimicen o demoren todo retoque. Ni maquillaje. El partido de Rajoy no es que sea conservador, sino inmovilista. Solamente podrá haber cambios cuando deje de ser mayoritario. Por ellos no se tocaría nada. Siempre han sido así. Representan un retroceso respecto de UCD e incluso respecto de Fraga, personaje que con Rajoy mantuvo siempre distancia y nulo afecto. Aun con sus claros defectos, el exministro franquista fue, después, valiente para llevar a una parte importante de esos sectores nostálgicos a un  a la Constitución. Pero otros diputados suyos optaron por el no. Acaso aquel actuó entonces con sentido de la responsabilidad histórica, de futuro o de audacia.

Al inmovilismo del PP, que ejercerá una acción de bloqueo, se sumará Ciudadanos. Está muy claro que este basa su éxito tanto en la imagen como en la indefinición en numerosas propuestas. Sin embargo, tras su apariencia de modernidad se esconde un partido muy conservador, profundamente defensor del capitalismo más contundente debajo de la imagen de liberalismo. Acaso puede acceder a una reforma del sistema electoral, pero poco más, aunque eso puede olvidarlo al dejar de ser partido pequeño.