Geometría variable

Reflexión tras el debate

JOAN TAPIA

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Mariano Rajoy hizo un buen discurso conservador que gustó mucho a los suyos y molestó a los otros. Alfredo Pérez Rubalcaba dio una brillante réplica de izquierdas que levantó la bancada socialista (añoraba a Pablo Iglesias). Buscó conectar con los afectados por la crisis, pero olvidó a los empresarios, los que pueden crear empleo. Rajoy se posicionó para mantener el voto de derechas en las elecciones europeas y Rubalcaba pescó entre los castigado por los recortes y los molestos por la deriva reaccionaria en el aborto, seguridad ciudadana, inmigración... Y con la candidatura de Elena Valenciano (que ni pintada para el caso), parte con ventaja ante el lento parto de la elección del cabeza de lista de los populares.

Fue un buen debate que desmiente (se verá el 25 de mayo) a los profetas del Apocalipsis. Sería bueno porque los agoreros confunden la erosión de los dos grandes partidos

-ninguno de los dos se ha enfrentado a la crisis con eficacia- con lo que pasa en Gran Bretaña o Francia, donde los grupos de protesta (el antieuropeísta UKIP o el Frente Nacional de Marine Le Pen) parece que serán la primera fuerza en los comicios al Parlamento Europeo.

Se constata pues que el sistema tiene más consistencia que el simplismo de algunos predicadores. Pero Rajoy se pasó de prepotente. Cierto que España se vuelve a financiar bien, que la balanza corriente está en positivo y que el PIB crece (poco). Pero mucho de ello se debe a Mario Draghi, al deplome del mercado interno (la crisis fuerza a exportar o morir) y a la devaluación interna que empezó con José Luis Rodríguez Zapatero en el 2010. El argumento final de Rajoy -sin crecimiento, nada- es irrebatible, pero Rubalcaba acertó al rebajarle los humos y espetarle si sabía en qué país vivía. Se sigue destruyendo empleo, los recortes son poco equitativos y la deriva reaccionaria de algunas actitudes deja atónitos a moderados y progresistas (algunos decían que PP y PSOE eran iguales). Rubalcaba disparó a matar (como Rajoy contra Zapatero) pero pecó de demagogia.

Objetivo incumplido

¿Por qué no levantó acta de que Bruselas certifica que en el 2013 se ha vuelto a incumplir el objetivo de déficit, de que se hubiera descarrilado sin la cacicada eléctrica de Cristóbal Montoro, de que la previsión de Olli Rehn para el 2015 asegura que se volverá a incumplir el déficit y que no se podrán bajar impuestos sin nuevos recortes? ¿Por qué no denunciar que la positiva tarifa plana de 100 euros para los nuevos contratos fijos se da de patadas con la recientísima subida de cotizaciones sociales por la puerta trasera al contabilizar los ingresos no salariales? Sería admitir que el esqueleto de la política económica de Rajoy es similar al de Zapatero y que España no tiene opción salvo correr la suicida aventura de salir del euro y de Europa. Volver a Felipe II o al Franco de 1945.

Tenemos dos grandes partidos con defectos graves (Bárcenas aparte). Quizás era inevitable tras una transición modélica (por miedo), pero tras 40 años de falta de práctica democrática. Hay que corregirlo. Los partidos se deben abrir (diputados de distrito, no de lista) y las ideologías no pueden ser dogmas. Hay que mirar más a la Asia de hoy y menos a la Pasionaria... o Cánovas.

¿Catalunya? Nada nuevo. Rajoy habla con fuerza; Josep Antoni Duran Lleida, con seny y menos fuerza (no suscribe el tot o res de Artur Mas). Como se quejaron al príncipe Felipe los empresarios catalanes, estamos en un impasse. Pero ellos tienen parte de culpa porque jalearon a las cúpulas de los dos partidos de centro-derecha (PP y CiU), los cuales por nacionalismo excluyente e interés electoral han enquistado la cuestión. Los partidos dejan mucho que desear pero la sociedad civil tampoco está libre de pecado.