LA CLAVE
Referéndums, la cara y la cruz
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
Cualquier demócrata bien nacido se alegra de que el neofascista Viktor Orbán haya perdido el referéndum con el que pretendía eludir su responsabilidad para con los refugiados en el marco de la UE. Cualquier demócrata bien nacido lamenta de la misma manera que el presidente colombiano, Juan Manuel Santos haya perdido otro referéndum, en este caso para avalar el acuerdo de paz con las FARC. Enseguida saldrán los demófobos maldiciendo esta práctica de democracia directa limitada con el consabido aforismo de que los referéndums los carga el diablo. En uno y otro caso los han cargados seres humanos de carne y hueso en una mezcla de grandeza -dar la voz al pueblo- y miseria -asegurarse la perpetuación en el poder-.
El error de Orbán no ha sido convocar el referéndum sino olvidar la historia de su propio país. ¿Cómo puede triunfar la xenofobia contra los refugiados en un país en el que la mayoría de sus elites políticas tuvieron que buscar refugio en medio mundo tras la revolución de 1956? Las reglas del juego institucional les dio a los húngaros sensatos la victoria con el gesto más fácil: la abstención. La participación quedó muy lejos del 50% con lo que los adversarios de Orbán tuvieron suficiente con no hacer campaña para ganarle la partida. Posiblemente el sentimiento xenófobo tiene un perímetro superior al de los votantes del domingo, pero el perímetro contra los refugiados era mucho menor. Esa es la clave de la victoria.
El error de Santos no fue tampoco convocar un referéndum sobre un acuerdo de paz, cosa poco recomendable porque las víctimas siempre se movilizan más. El error fue firmar un acuerdo de paz sin ir de la mano con la oposición. Álvaro Uribe ha ganado dos partidas en una jugada. Ha debilitado el proceso de paz que no gusta a muchos colombianos y ha fulminado al presidente que pretendía presentar el final de las FARC como su gran obra de Gobierno.
Mezclar la grandeza de las decisiones que merecen la intervención del pueblo con la miseria del juego político partidista a corto plazo nunca es un buen negocio. Los referéndums son la consecuencia y no la causa del desaguisado.
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