CONSULTA HISTÓRICA

Ni Catalunya ni ningún otro país de Europa desean el 'brexit'

El proyecto europeo ha apostado siempre por la inclusión y por la adaptación a nuevas realidades

MARIA BADIA

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El 23 de junio, los ciudadanos británicos están llamados a las urnas para tomar una decisión de gran trascendencia para su futuro y para el de toda Europa: deben elegir si desean continuar dentro de la Unión Europea o bien salir de ella (siendo esta última opción lo que se conoce como 'brexit'). Ante esta disyuntiva, desde Catalunya y como ciudadanos europeos, son varios los aspectos a considerar.

El debate sobre la relación con la UE hace años que es uno de los principales polos de tensión de la política británica y resulta positivo el uso del referéndum como instrumento democrático para resolver debates de esta índole, como ya lo hizo el Reino Unido en el caso de Escocia. Como afirmaba hace unos meses la diputada laborista Jo Cox, asesinada la semana pasada mientras hacía campaña a favor de la continuidad del Reino Unido en la Unión Europea, "ignorar un problema, solo lo empeora".

En Europa todos los Estados comprenden que la decisión sobre el mantenimiento o no en la Unión Europea corresponde a la población británica y a sus representantes, aunque esta decisión tendrá consecuencias para todos, más allá de los mismos intereses británicos.

Así, internamente la salida de la Unión puede conducir al Reino Unido a un periodo de inestabilidad económica e institucional. Nunca se ha aplicado el artículo 50 del Tratado de Lisboa, el que regula el procedimiento de salida de la UE, y por tanto el fondo y la duración de la negociación son inciertos. También lo es la gestión de los resultados dispares entre los diferentes territorios que forman parte del Reino Unido. La salida tampoco disminuiría el volumen de las disputas políticas internas ni evitaría las contribuciones económicas a la UE ni el hecho de tener que adoptar gran parte de su normativa, si quisieran seguir manteniendo con ellos relaciones comerciales, como ya hacen otros países.

Externamente, el 'brexit' tampoco sería bueno para el resto de la UE, que se vería debilitada en el escenario económico mundial y fragilizada en cuanto a su prestigio e influencia globales. Hay que recordar que las relaciones británicas con la Commonwealth y el hecho de disponer de asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU son grandes activos para el conjunto de la Unión. Igualmente, el precedente de un hipotético 'brexit' podría fomentar que otros estados miembros de la UE se alejaran de la voluntad de construcción europea que ha sido hasta ahora mayoritaria.

Sin embargo, no es el "discurso del miedo" el que debe ganar el referéndum británico. Las ventajas de la continuidad en la UE son numerosas e importantes, pese a admitir que la Unión debe afrontar profundas reformas que mejoren su funcionamiento.

Ni Catalunya ni ningún otro país de Europa desean el 'brexit'. Así, la actitud de los socios europeos nos convence más aún de la esencia radicalmente flexible y pragmática del proyecto europeo, que apuesta siempre por la inclusión y por la adaptación a nuevas realidades. Lo hemos visto en el pasado, lo vemos ahora en el caso británico y lo veremos en el futuro ante las nuevas circunstancias que se vayan planteando en cada momento.