El referéndum desconocido

Por lo visto, en EEUU, Francia, Alemania o Italia, donde las constituciones prohíben el voto sobre la secesión, tampoco son demócratas

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JOSÉ A. SOROLLA

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En el acto en el que parte de los ayuntamientos independentistas apoyaron el referéndum unilateralCarles Puigdemont hizo una nueva aportación a las maldades que el 'president' adjudica al Estado español cada vez que habla. Además de ser una democracia de baja calidad, rancia, represiva, a la turca, etcétera, esta vez Puigdemont opuso la 'arna' (polilla) del Estado a la urna de Catalunya. Con lo cual volvió a demostrar que lo peor del 'procés' no son las intenciones, sino los argumentos. Esos que descalifican como antidemócratas a los contrarios, que se atribuyen mandatos democráticos sin mayoría, que toman una parte por el todo del pueblo de Catalunya o que repiten machaconamente que el Estado “no nos deja votar”, sin más precisiones, cuando la realidad desmiente cada año ese razonamiento pueril. Por lo visto, en EEUU, Francia, Alemania o Italia, donde las constituciones prohíben el voto sobre la secesión, tampoco son demócratas.

El acto de los municipios dejó mucho que desear comparado con el que organizó Artur Mas antes del 9-N (800 ediles frente a 500), faltaron casi 300 ayuntamientos de los 787 afiliados a la AMI, la asociación que representa solo al 43% de la población, ya que las grandes ciudades no están afiliadas, y muchos alcaldes no firmaron el manifiesto en espera de que el Govern presente las “garantías” del referéndum. Las garantías, en efecto, constituyen el meollo de la cuestión, por mucho que Puigdemont asegurara en el acto, como ya hizo el miércoles pasado en el Parlament, que las “garantías las dará la población de Catalunya”, incluyendo en este caso específicamente a los alcaldes presentes.

Este diario plantea hoy las incógnitas que en la comparecencia del martes Puigdemont debería despejar. Se refieren a la legalidad, el papel de los funcionarios, el censo, las juntas electorales, la neutralidad del Govern, las urnas, los colegios electorales, el reconocimiento internacional, el voto exterior y quiénes podrán votar. Son muy parecidas a las que enumeraba hace unos días el exdiputado de ICV y miembro de la comisión ejecutiva del Pacte Nacional pel Referèndum, Jaume Bosch, en un largo artículo en 'Treball'. Nada sospechoso de unionismo y muy crítico con el Gobierno del PP, Bosch señalaba que para salvar su hoja de ruta el independentismo necesita “mantener que ya no hay nada que hacer con una España reaccionaria por definición”, sin valorar cambio alguno en el paisaje político español.

El exdiputado afirmaba que cuanto más hablan los independentistas de la Comisión de Venecia, “más ponen en evidencia las insuficiencias del referéndum que proponen” y hacía un repaso crítico de estos incumplimientos y de otros en el censo, los colegios electorales, los plazos legales, la ley reguladora del referéndum sin mayoría de dos tercios del Parlament, el nivel de participación, la falta de una junta electoral, la neutralidad del Govern y de sus medios de comunicación, la seguridad jurídica de los funcionarios o el papel de los Mossos d’Esquadra. A todo esto es a lo que debe responder el martes Puigdemont, en vez de hacer juegos de palabras.