Reducir

Hacen bien los ministros salientes Guindos y Montoro en defender que de aquí al 2019 la tasa de paro española bajará del 21% (el dato de ayer, según la fiable encuesta de población activa, EPA, que es la homologada en Bruselas) al 13%. Tienen una razón muy poderosa: dentro de tres años no serán ministros, no tendrán que explicar su error de cálculo. Otra razón, más asumible, es que si se prevé, de acuerdo con cálculos de organismos internacionales (OCDE, FMI...) que España goce de un buen crecimiento los próximos años si la economía internacional no se tuerce, al final se alcance un crecimiento del empleo, entendido como contratos registrados oficialmente (SEPE).

Las contradicciones de estos datos del Gobierno, redactados para conseguir que en Bruselas se admita revisar los plazos para que España alargue su agonía de gastar mucho más de lo que recauda, tienen tres puntos flacos: que el concepto de tener empleo según la EPA es demasiado laxo, dos horas a la semana equivalen a trabajar; que la demografía española facilita que aumenten los pensionistas, sin relevo de otras generaciones (baja natalidad de los 80), por lo que reducir el paro solo sería un espejismo generacional; y que ignora en exceso la reducción de inversión productiva, la que genera empleo.