Al contrataque

Reconocerse

PEPA BUENO

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Antes de que termine el mes, el comité de expertos que analiza el futuro de las pensiones en España debe entregar al Congreso un informe sobre cómo hacer sostenible el sistema. Vivimos más años, nacen pocos niños, empezamos a trabajar más tarde y la depresión va para largo. Es la ecuación elemental de los expertos para explicar por qué el debate y la reforma son ineludibles.

Para junio se anuncia ya la reforma de la Administración. Se la reclama aRajoycon ferocidad la derecha partidaria de cuanto menos Estado mejor. Con la paradoja de que muchos de sus adalides tienen empresas que viven y han vivido casi exclusivamente de concesiones públicas. Pero están dispuestos a discutir esa reforma también muchos otros, convencidos de que es un disparate que en cada capital española convivan el ayuntamiento, la Diputación Provincial, la delegación del Gobierno autonómico, la subdelegación del Gobierno central y, en algunas zonas, los órganos comarcales de una mancomunidad de servicios.

La crisis y las oportunidades

¿Y qué decir de la reforma educativa? Pues que seguramente quienes de verdad conocen el mundo de la enseñanza pública tienen en la cabeza muchas maneras de reorganizar los recursos para que se frene el abandono escolar o no se cercenen las posibilidades de futuro de los estudiantes más brillantes. Pero tampoco las posibilidades del escolar normalito y ni siquiera las del que en la adolescencia tiene un gran tropezón y se descuelga. Seguro que se les ocurre cómo mejorar los refuerzos, la enseñanza de idiomas, la interlocución con los padres...

Las crisis son una oportunidad. Es verdad, para debatir a fondo lo que tenemos, lo que nos sobra, lo que nos falta. Con el concierto de todos y, sobre todo, de los que saben. Pero lo que estamos viendo no es esto en absoluto. Lo que nos devuelve cada día el espejo es la imagen de un país en el que cuesta reconocerse. Un país en el que un ciudadano senegalés muere de tuberculosis después de un doloroso peregrinaje con facturas incluidas para ser atendido de urgencia en la sanidad pública. (Hasta hace bien poco, los más viajados del lugar contaban escenas así de Estados Unidos, entre las expresiones de horror de la concurrencia y el orgullo íntimo de pertenecer a un lugar donde «esas cosas no pasan»). Un país en el que la empleada de una ortopedia acude a un hospital a retirar la prótesis a un recién operado porque la familia no dispone del dinero que debe adelantar para pagarla aunque después la Administración le devuelva una parte. Y teniendo en cuenta que a todo esto lo llamaron en su día «reforma sanitaria» o «reforma para la racionalización y el copago del gasto farmacéutico y ortopédico» o algo así, es fácil entender que en cuanto escuchamos la palabra reforma echemos mano de la cartera. Eso, los que tenemos cartera.

Las crisis son una oportunidad, sí, pero de momento solo de negocio.