El Real Madrid es al fútbol lo que internet a la lectura

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Esto de la prensa escrita es cada vez más complicado y difícil. Empieza a ser cosa de héroes, no ser periodista, no, sino que te lean en papel. Dicen que los que leen, leen en soportes variopintos pero pocos en papel, con lo hermoso que es tener el periódico sobre la mesa, salpicando sus páginas de cuatro gotas de café con leche y migas de cruasán.

Supongo que me van a leer más en el móvil, o eso dicen; en el ipad, o eso comentan; se sospecha que en el portátil, tal vez funcionará el boca a boca, el boca-oído, pero pocos harán lo que haría yo: bajar al quiosco (cada vez hay menos quioscos ¿verdad? y cada vez venden menos diarios ¿cierto?) para comprar nuestro querido periódico (¿sabían que cuando aparecimos los otros diarios pleitearon contra nosotros porque nos llamábamos EL PERIÓDICO y no les gustaba que alguien llegase al quiosco y pidiese «el periódico» pues temían que solo les diesen el nuestro) y repasar el día después de la fiesta del Real Madrid en Cibeles.

¿Merecida? ¿La fiesta? Por supuesto. ¿La Copa de Europa? Les diré, no sé que contarles. Cuentan que el que gana siempre lo merece. Pues, eso, no sé qué decirles, no. Si vieron el partido y oyeron la radio (Joaquin Maria Puyal me ha educado a que el sonido de la tele sea la radio y, en días de Real Madrid, oigo la COPE -lo siento, o no—y, en días culés, la transmi) sabrán que el equipo grande fue el Atlético, el que tuvo la pelota fue el Atlético, el que dominó fue el Atlético, el que falló el primer penalti (y, tal vez, decisivo) fue el Atlético, quien encajó un gol en flagrante fuera de juego fue el Atlético y el que lloró, al final, y mucho, demasiado para todo lo que hizo y mereció, fue el Atlético.

Una cierta manera de ganar

También lo dijo la radio y se vio por televisión que quien jugó como un equipo pequeño (eso fue lo que más histérico puso a los tertulianos de Paco Gonzalez ¡con razón!), conservador, temeroso, escasamente campeón, nada favorito, fue el Real Madrid. Ya ni les cuento el partidito de Cristiano Ronaldo que, de nuevo, ante un encuentro grande, grande, volvió a desaparecer aunque, eso sí, le dijo a Zinedine Zidane que metería el gol del triunfo y cumplió. Como casi siempre. Y salió por la puerta grande, después de haberse pasado todo el partido, la final, escondido bajo la escalera del vecino madrileño, protegido por las piernas de su amigo Sergio Ramos y asistiendo, como todos ¡Dios qué vergüenza!, al teatro inútil, feo, desproporcionado, sancionable, impresentable del campeonísimo Pepe.

Como sé que me lee en el móvil, en el ipad, en el portátil, en un whatspp que le acaba de enviar un colega o el link suministrado por su hijo, le diré que si es culé ha de estar feliz, sereno, contento. Porque, lo mire como lo mire, yo, si fuese culé, socio, enfermizo, simpatizante, de esos casi cuatro millones de catalanes que no se acuestan sin saber qué ha hecho el Barça, estaría en la gloria. Porque yo no querría ser el Real Madrid, ni tener a ese presidente (a Josep Maria Bartomeu, al menos, se le puede cambiar si no les gusta; a Flope, no; es eterno, hasta que él quiera), ni a CR7 como líder, ni tampoco ganar con planteamientos tan rácanos.

Ganan, pero no como el Barça. Campeonan, pero no gustan. El Barça es el papel; el Real Madrid, internet, el móvil, el ipad. Un link.