Rato, entre el chivo expiatorio y la realidad

SALVADOR SABRIÀ

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La detención durante un rato, siete horas para ser exactos, del que lo fue casi todo en el PP, en el Gobierno y en una de las instituciones que marca las directrices económicas de buena parte de los países del mundo, el Fondo Monetario Internacional (FMI), se ha convertido también en el eje de una batalla política en la que todos los partidos intentan sacar provecho, incluido, o quizá en primer lugar, el propio PP.

Para unos, la detención de Rodrigo Rato (no la investigación o las causas judiciales contra él, que ya llevan meses abiertas) es el ejemplo de que el Gobierno es «implacable» contra el fraude fiscal, y que está dispuesto a actuar con todo el peso de la ley «caiga quien caiga», utilizando palabras literales del actual responsable de Hacienda, Cristóbal Montoro. Para la oposición es un escándalo que demuestra que la amnistía fiscal del 2012 aprobada por el Ejecutivo de Mariano Rajoy fue un coladero para beneficiar a los amigos del poder. Curiosa afirmación en este momento en que gracias, en parte, a datos procedentes de aquella medida y de las normas coercitivas que la acompañaron se ha detenido durante una horas a Rato.

Las discrepancias entre instituciones judiciales y tributarias sobre la forma en la que se procedió a detener a Rato apoyan la versión de los que creen que se le está convirtiendo en un chivo expiatorio, como argumenta el colectivo 15MpaRato que está detrás de muchas de las actuaciones contra el exmandatario.

Sea por un motivo o por otro, lo que constata la imagen del que fue un símbolo del poder económico introducido ante las cámaras y en directo en un coche por un agente de la autoridad como un delincuente (lo que se ha convenido en llamar la pena de telediario), es que la percepción social sobre estos abusos económicos ha dado un vuelco.

No está claro, aún, si como defienden los colectivos más beligerantes y activos en las redes sociales contra la corrupción y las estafas económicas, el miedo «ha cambiado de lado». Pero sí que parece evidente que, como respuesta a unas encuestas que consolidan cada vez más posibles alternativas a los grandes partidos tradicionales, el Gobierno se ha visto obligado a soltar lastre y a intentar demostrar que lucha más que nadie contra el fraude y la corrupción.

Veremos en qué acaba todo. Por ahora, la única condena por los casos en los que está implicado Rato, que van desde la salida a bolsa/presunta estafa de Bankia, hasta la gestión de Caja Madrid, ha sido la que inhabilita durante 17 años para cargos públicos a Elpidio José Silva, el juez que ordenó detener y encarceló, en aquella ocasión durante medio mes, al expresidente de la caja madrileña, Miguel Blesa.