Los jueves, economía

El rapto de España

Bruselas ha tejido alrededor nuestro una tela de araña que nos deja sin soberanía fiscal y bancaria

JOSEP OLIVER ALONSO

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Ayer la Comisión Europea decidió no abrir expediente a España por sus desequilibrios macroeconómicos. al tiempo que extendió dos años el ajuste del déficit público. Esta decisión, sin embargo, no debe interpretarse como que el país se ha salido de rositas y ha conseguido lo que quería. La lectura es la contraria: con el palo del expediente y la zanahoria del alargamiento del plazo para el déficit, Bruselas ha conseguido el control sobre el programa de reformas. De hecho, se ha extendido la supervisión a una esfera más estructural, aunque no por ello menos importante: es la que afecta al alcance, velocidad y profundidad de las reformas que el país precisa.

Porque es de eso de lo que se trata: de que los cambios en el funcionamiento económico permitan, en el medio plazo, reducir los desequilibrios a valores que se consideran sostenibles y, por ende, impulsar el crecimiento. Tras esteno expediente,España no tiene el control de los grandes números de las finanzas públicas, ni la supervisión sobre la banca nacionalizada (y sobre aspectos relevantes de la que no ha necesitado ayudas), y ahora tampoco sobre partes sustanciales de la agenda reformista.

Lo que la Comisión Europea pretende es empujar en las reformas que permitan revertir los grandes desequilibrios acumulados por España en la década loca delboomdel 2000. Es decir, profundizar en la competitividad exterior y la mejora de la balanza por cuenta corriente (y así continuar con el desendeudamiento con el resto del mundo). O, en román paladino, mejorar la productividad y moderar el crecimiento de las rentas salariales. ¿Les suena? Pues sí, es lo que parece: una nueva vuelta de tuerca de la reforma laboral, orientada, como la anterior, a presionar a la baja salarios y rentas del trabajo, aumentar la capacidad de generación de empleo de nuestra economía y, al mismo tiempo, favorecer el crecimiento de la productividad. Lo mismo hay que decir de los previsibles cambios en el sistema de pensiones. Aquí las reformas que se apuntan, orientadas hacia la reducción de su peso sobre el PIB, pretenden además incentivar en el medio plazo la participación en el mercado de trabajo, bien penalizando la salida de aquellos que están por debajo de la edad legal de jubilación, bien con otras medidas (como utilizar el conjunto de las aportaciones de la vida laboral para definir su pensión).

Y con respecto al principal desequilibrio privado (el importante endeudamiento), lo que implícitamente está exigiendo la Comisión, se ponga como se ponga y diga lo que diga, es continuar con su reducción. Aquí la métrica española es muy excesiva: una deuda privada del 218% del PIB en el 2011, frente al 160% exigido por Bruselas. Y para comparar, retengan que Alemania, Francia o Italia, por ejemplo, tienen ese indicador en 133%, 160% o 129% de sus respectivos PIB. ¿Cómo disminuimos esa ratio? Pues me temo que no hay más cera que la que arde: es decir, un lento y doloroso camino de reducción del crédito. Lo que no implica que no deba haberlo para empresas solventes, o familias con capacidad de retorno. Pero se ha de transitar por un duro y dilatado proceso de reducción total del crédito vivo y, simultáneamente, de pérdida de peso del inmobiliario (en el entorno del 60% del total).

España no tiene crédito exterior. Y no solo me refiero a las dificultades, que se están moderando, de obtención de recursos, sino también a la desconfianza generada en los últimos tres años de acción política pública. No tomando las medidas adecuadas en el momento preciso, no fuera que se perdieran algunas elecciones; o tomando las inadecuadas, por los mismos motivos; o no decidiendo ni una cosa ni otra, a la espera de un Godot -que jamás llegará- que solucione nuestros problemas estructurales. Es decir, una economía con un sector privado ultraendeudado y poco competitiva.

España es el eslabón débil de la cadena del euro. Cierto que Grecia, Portugal o Irlanda han sido intervenidas formalmente y han necesitado programas de ayuda financiera, y España no. Pero la no intervención directa no es más que el reflejo de que no éramos, y no somos, rescatables. Tenía razón el ministroGuindoscuando dijo que la batalla por el euro se jugaba en España. Somos el punto débil de la cadena y podemos arrastrar al euro a su fracaso.

Bruselas ha tejido una sutil tela de araña a nuestro alrededor. A veces, de forma muy explícita, como en el control del déficit y en el rescate bancario. Otras, de forma más sibilina pero no por ello menos importante. No extraña que el Gobierno deRajoyse haya convertido en el más europeísta de todos reclamando la cesión de soberanía fiscal y bancaria a Bruselas, una soberanía de la que ya no disponemos. Parece que hemos llegado al final de la escapada. Es el último capítulo del rapto de España.