IDEAS

Las víctimas del héroe

RAMÓN DE ESPAÑA

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Desde mi punto de vista, 'Nadie quiere la noche', que se estrenará este viernes, es la película más conmovedora de Isabel Coixet desde 'La vida secreta de las palabras', pero eso no quiere decir –más bien al contrario– que sea un éxito en taquilla. Como le comenté a la interesada en un pase para los amigos que organizó hace unos días en el auditorio de Mediapro –el único patio de butacas, fuera de un avión, en el que puedes sufrir el síndrome de la clase turista, dado el criminal aprovechamiento de espacio entre fila y fila–, es muy probable que pierda el público obtenido con la optimista 'Aprendiendo a conducir' y que muchos se arredren ante una historia de profundo calado humano, pero que no deja ni una rendija abierta a la esperanza. Me vino a decir que ella es así y por eso hace lo que hace y que sea lo que Dios quiera, aunque ambos estuvimos de acuerdo en que un proyecto como 'Nadie quiere la noche' tiene un fuerte componente suicida en el actual panorama cinematográfico español e internacional.

Ha hecho falta mucho valor para rodar esta película. Valor por parte de la directora, que vivió el rodaje más infernal de toda su carrera por problemas que iban de lo climatológico a lo financiero; valor por parte del productor Andrés Santana, empeñado en rodar un relato que la mayoría de sus colegas rechazarían por temor a la ruina; valor por parte del guionista, Miguel Barros, capaz de escribir una historia feminista en el mejor sentido del término, centrándose en las víctimas de un gran hombre que solo piensa en plantar su bandera en el Polo Norte y el que venga atrás, que arree, aunque eso consista en dejar tiradas (y juntas) a su esposa y a la infeliz esquimal a la que ha preñado al humillante son de la frase, "Caliéntame la cama, cachorra".

Nadie quiere la noche es un relato conmovedor en el que, aunque no haya esperanza para sus protagonistas, sí la hay para la especie humana, que tiene en los personajes interpretados por Juliette Binoche y Rinko Kikuchi dos ejemplos insuperables de lo que es preservar la decencia en condiciones adversas. Si encuentra su público, me alegraré por mi amiga y hasta me haré ilusiones sobre la altura moral del espectador contemporáneo.

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