¿Por qué seré tan cenizo?

RAMÓN DE ESPAÑA

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Como tengo por costumbre, pasé la jornada de Sant Jordi encerrado en mi domicilio y, como diría Aznar, ladrando mi rencor por las esquinas. ¿Soy el único al que esta fiesta no le parece esa maravilla que todos, sin excepción, dicen que es? ¿No hay por ahí más discípulos del señor Scrooge que observen a las masas por la Rambla y sentencien: «Paparruchas, paparruchas»?

Soy consciente de que en un país en el que la mitad de sus habitantes no leen un libro ni que los maten, hay que hacer de la necesidad virtud, sacar el material a la calle y conseguir que el paseante se lleve algo, aunque sea lo último de Sala i Martín -por cierto, mientras los productores catalanes no llegan a fin de mes, como nos han hecho constar recientemente, al Economista Fosforescente, también conocido como El Payaso de Micolor, ya le han dado un programa para la próxima temporada, Economia en colors-, pero de ahí a deducir que los catalanes aman la literatura como el aire que respiran hay un largo trecho tapizado de optimismo.

Llámenme cenizo, pero el que haya que dedicarle un día concreto a los libros ya resulta sospechoso. Hay una tendencia generalizada en todo el mundo a dedicar jornadas a lo que, en general, nos importa un rábano, como manera de limpiar nuestra mala conciencia. ¿Verdad que no existe el día del fútbol? Pues claro que no, porque el fútbol es una cosa realmente importante que nos tiene en vilo todo el año. Pero los libros -como el Sida, la Mujer Trabajadora y demás futesas-, con un día van que chutan. Otra cosa es que, como el pueblo gregario que somos, nos lancemos a la calle obedeciendo a nuestros mayores y cumplamos con nuestra obligación de comprar un libro y regalarle una rosa a la parienta.

¿Soy el único al que Sant Jordi, con todos esos figurantes que atraviesan la ciudad con un libro en una mano y una rosa en la otra, le lleva a pensar que el rodaje de The walking dead se ha trasladado a Barcelona? ¿Soy el único al que todo esto le parece un rentable acto de hipocresía y un espejo que nos saca más guapos, más altos y más listos? ¿Soy el único cenizo que queda en esta ciudad de gente buena, alegre y positiva? Dios bendito, qué asco me doy…