Rajoy y la soberanía popular

JOAN COSCUBIELA

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El verano se ha cerrado con las lecciones democráticas del referéndum escocés y el otoño comienza con el viaje de Rajoy a China, con el telón de fondo de la consulta del 9-N en Catalunya.

En apariencia se trata de hechos que no tienen relación política entre si, salvo que se considere política a los movimientos tacticistas que según las elucubraciones político-mediáticas publicadas vamos a vivir durante el viaje a China de Rajoy en relación a la consulta del 9-N.

Pero como siempre las apariencias engañan y un potente hilo conductor recorre estos acontecimientos. Me refiero al debate sobre la soberanía popular y a la concepción utilitarista que de ella tiene Rajoy.

La soberanía popular, única e indivisible, que según Rajoy reside solo en el cuerpo electoral español, es el argumento que más veces se ha utilizado para rechazar las sucesivas propuestas realizadas para posibilitar el derecho a decidir de la ciudadanía de Catalunya.

Mientras Rajoy hace de pared de frontón, devolviendo mecánicamente todas las propuestas que le llegan desde Catalunya y España, el referéndum en Escocia demuestra que si se quiere se puede ofrecer una salida democrática a lo que es un conflicto político. Como antes ya lo hizo Canadá con la Ley de Claridad que incluso establece las condiciones en que se puede producir la secesión de Quebec.

Hasta aquí nada que no se haya dicho mil veces, pero el viaje de Rajoy a China nos ofrece otra mirada mas profunda. La visita se viste de embajada comercial para impulsar las relaciones entre España y China. Pero el acto mas importante del viaje va a ser la ceremonia ritual por la que Rajoy ofrecerá a los mandarines chinos la cabeza de la soberanía popular española.

No olvidemos que el Estado Chino suspendió una visita anterior, exigiendo que terminaran los procesos de Justicia Universal que se estaban tramitando en España contra los crímenes perpetrados en Tibet. Y Rajoy ha cumplido escrupulosamente las exigencias de los dirigentes chinos, derogando la Ley de Justicia Universal.

Se trata de uno de los actos más vergonzantes del Gobierno español, que no presentó la reforma legal como Proyecto de Ley para evitar los dictámenes preceptivos y utilizó una Proposición de Ley del PP, tramitada por el procedimiento de urgencia e impuesta por su mayoría absolutista en pocos días.

No es el primer caso en que la soberanía del pueblo español se somete a intereses superiores. Sucedió con la reforma del artículo 135 de la Constitución pactada por PSOE y PP en la anterior legislatura. Se repitió con la imposición en julio del 2012 del Memorándum por el que España se comprometía a recortes y contrareformas sociales a cambio de recibir ayuda para salvar al sector financiero, eso sí con los impuestos de los mismos ciudadanos a los que se imponía un duro ajuste de salarios y derechos.

Para Rajoy y desgraciadamente no solo para él, la soberanía popular no se puede compartir entre los ciudadanos que constituyen las naciones que forman el Estado español --por cierto, que envidia produce escuchar a Cameron hablar con naturalidad de las 4 naciones que forman el Reino Unido--. En cambio no tiene problema alguno para someterla a los dictados de los mercados de capitales u ofrecerla como sacrificio a los dirigentes chinos.

Lo único que falta por saber del viaje es si, a cambio de la derogación de la Ley de Justicia Universal y el archivo de los procesos por los crímenes en Tibet, Rajoy recibirá consejos de los mandarines chinos sobre como se construye una sociedad de capitalismo salvaje sin democracia.