'Operación puente' en Catalunya

Rajoy busca puentear a la Generalitat explotando el temor al unilateralismo independentista. Mejor no fiarlo todo a que tenga una reacción compulsiva

ENRIC HERNÀNDEZ

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Más escépticos que expectantes aguardan la visita presidencial los empresarios, citados (por cierto, sin la debida antelación) en el Palau de Congressos. Melancólicos, se preguntan si este paso al frente de Mariano Rajoy no habrá llegado cuando ya casi todo el mal está hecho.

Como el corredor mediterráneo, como tantos trenes de Rodalies, llega con retraso la cita de Rajoy con el empresariado catalán y con una sociedad diversa que, ante la propuesta política del independentismo, lleva años esperando del Estado una respuesta política, no solo judicial. Y es que, aunque el independentismo explote en su beneficio el déficit de inversiones en Catalunya, ello no lo hace menos cierto y  lacerante, pues sus nocivas consecuencias las pagan por igual todos los catalanes, voten lo que voten.

Para combatir la resignación, saca pecho Rajoy asegurando que España tiene “las mejores infraestructuras de Europa”, apoyándose en un vídeo que, moderna versión del NO-DO, no debería caer en manos de Angela Merkel. A la retahíla de inversiones que desgrana --algunas nuevas, otras incumplidas o demoradas-- agrega el propósito de enmienda: «Somos conscientes de la necesidad de un esfuerzo especial. Se hará y se cumplirá.» E incluso ofrece a la Generalitat y los ayuntamientos «coordinar» y «acordar el desarrollo» del plan para que sea «viable y verificable en todas sus etapas».

LA PULSIÓN UNILATERALISTA

Pero, más allá de las inversiones, Rajoy no oculta que su verdadero propósito es «reconstruir puentes» con la sociedad catalana, a cuyo deterioro, por cierto, no ha sido del todo ajeno. Al pedir ayuda a los empresarios para «ganar la batalla de la moderación» y «restaurar la concordia», el presidente maniobra para puentear a la Generalitat --ausente en su conferencia--, sabedor de que la pulsión unilateralista del independentismo, con la CUP como 'force de frappe', inquieta sobremanera al tejido económico catalán. Quien pretenda fiarlo todo a una reacción compulsiva de este gallego imperturbable más vale que reconsidere su estrategia.