Editorial

Rajoy decide moverse

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Menos de 48 horas le ha durado a Mariano Rajoy el inmovilismo de su rueda de prensa del pasado lunes. De la versión conformista de que la sacudida electoral que ha vivido el PP se debía a las 'cosas que pasan' cuando uno hace 'lo que tiene que hacer'ante lo que no queda otra que 'esperar a que escampe', el presidente del Gobierno dio ayer muestras de haber recibido el mensaje de las urnas. Más que por iniciativa propia, el cambio tiene todas las trazas de venir dictado por los movimientos internos en su partido. Son ya unos cuantos los barones y dirigentes locales que, visto que no van a repetir en el cargo, han tomado la iniciativa y anunciado la retirada. La disciplina de la sede central de Génova ya no es lo que era.

Hay quien ha asumido la responsabilidad en su territorio; quien prefiere borrarse antes de sentarse en los escaños de la oposición; y quien, como su amigo Juan Vicente Herrera invita a Rajoy a mirarse en el espejo y plantearse si él es la mejor baza para final de año.

Hay demasiado malestar, sufrimiento e indignación en la sociedad como para conformarse con que lo ocurrido es solo un traspié y con que, además, al tradicional adversario tampoco le ha ido bien. La ola de cambio puede que no haya hecho más que empezar, y que muchos temerosos el domingo decidan dar el salto en invierno. Lo hemos repetido: Rajoy no puede apostarlo todo a una mejora económica que solo se vive en los parquets de las bolsas y en los balances de las grandes empresas. El martes se conocía el escalofriante panorama social que dibuja el INE. La OIT y la OCDE lo habían advertido antes. Lo certifica estos días el Cercle d'Economia. Cruz Roja y Cáritas no paran de recordarlo: la crisis ha abierto una brecha social estremecedora. O cambiamos o cerraremos el ciclo con un retroceso de décadas. Mientras, la palabra 'desigualdad' no figura en el léxico de Rajoy. Vivimos una crisis económica y social, pero también política e institucional. Los partidos están deslegitimados, la corrupción lo emponzoña todo, el marco constitucional es un corsé y no un espacio de encuentro.

Catalunya merece un minuto de reflexión de Rajoy. El PP retrocede hasta la quinta posición, superado incluso en concejales por la CUP. El Gobierno y el partido necesitan cambios. Si además van más allá de los que han pedido irse o de los que esperan un (efímero) premio de consolación, mucho mejor.