ANÁLISIS

Trump en la Casa Blanca: un año de conmoción

El presidente de EEUU se ha mostrado durante este primer año como si no gobernara, como un candidato eterno haciendo oposición a todo el mundo

Donald Trump, en el Despacho Oval

Donald Trump, en el Despacho Oval / periodico

Rafael Vilasanjuan

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Aunque aquí la noticia llegó de madrugada, seguro que todos recordamos dónde estábamos la noche en que Donald Trump fue elegido, porque más que una sorpresa fue un 'shock'. No estábamos preparados entonces, cuando entrados en horas se empezaba a anunciar la catástrofe. Pero tampoco ahora, cuando se cumple un año y en el mejor de los casos solo podemos constatar que las expectativas se están cumpliendo.

Hemos aterrizado de la conmoción para descubrir a un presidente –ahora ya podemos decirlo– con muy pocas ideas nuevas mas allá de llenar la Casa Blanca con familiares y amigos en un proyecto más personal que colectivo. Narcisista, sectario, ignorante, racista y deshonesto, incapaz de pronunciar tres frases seguidas sin soltar falsedades, de la sorpresa inicial a la realidad no hay tanta diferencia. Al contrario, experto en incendiar temas críticos, Trump se ha mostrado durante este primer año como si no gobernara, como un candidato eterno haciendo oposición a la prensa, a los demócratas, a los inmigrantes a los que confunde con terroristas y hasta a congresistas de su propio partido.

Mucho ruido

Tanto ruido que no ha gobernado, o no ha conseguido hasta ahora que su acción de gobierno destaque más que sus mensajes en Twitter. Incapaz de renunciar a escupir veneno por las redes, como hacía cuando era candidato, hemos podido comprobar como el país mas poderoso del mundo está bajo el control de un racista errático que se permite bromear en público con la bomba nuclear o insultar a los atletas negros –ahora también blancos– arrodillados en señal de protesta hacia un Gobierno que consiente la discriminación y defiende la primacía nacional blanca.

De momento se disipan los síntomas de que Trump abandone pronto. El apoyo de sus partidarios no es menor, pero con su elección, además, el partido republicano ocupa todo el poder en Washington, con mayoría en las dos cámaras legislativas, en la judicatura y en el Gobierno. Algo para lo que los partidos esperan décadas. Aunque las diferencias internas sean tan grandes que ni aun así hayan conseguido cerrar acuerdos para liquidar el 'Obamacare' o seguir construyendo la valla en la frontera con México, lo cierto es que los republicanos tienen una ocasión única de llevar adelante una reforma fiscal que dará más beneficios a las empresas a cambio de recaudar más a los individuos. Un sueño alcanzable para que nadie de su partido tantee procesar a un presidente que no duda en mezclar sus negocios privados con la responsabilidad para la que fue elegido.

Solo la sombra de una campaña relacionada con Rusia y con Putin, cuya investigación va haciendo camino, puede acabar convirtiéndolo en el presidente volátil que todos hubiéramos deseado hace ahora un año. Mientras tanto seguiremos con el recuerdo de la noche en que fue elegido Donald Trump, como una de esas que quedan en la memoria porque abrió un nuevo capítulo en la historia, que no será precisamente el más brillante. Ni por supuesto el mejor.