Al contrataque

No se quita

Los suyos la alejaron del 'caloret' del club de toda su vida

Mariano Rajoy conversa con Rita Barberá en un mitin en València en la campaña de las municipales del 2015.

Mariano Rajoy conversa con Rita Barberá en un mitin en València en la campaña de las municipales del 2015. / periodico

MANEL FUENTES

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hubo un tiempo y un lugar en donde hasta los mensajeros estaban amodorrados por el aroma de vino y rosas. Era el tiempo de la opulencia aparente. De la factura aplazada. Del goce usted hoy y ya veremos lo que pasa mañana. Era solo perfume, pues ni las rosas ni el vino estaban allí realmente. Humo gestionado desde la pillería y la irresponsabilidad. Humo amplificado desde la corrupción de la honestidad y la mesura. Corrupción que se hizo sistémica y sistemática. Corrupción que erigió a iconos sobrepasados. Aclamados desde el temor y la prebenda interesada. Aclamados desde la falta de escrúpulo de quien también quiere formar parte del festín. Y nadie reparaba en que esas rosas y ese vino eran un préstamo envenenado que nos hipotecaba a futuro, para siempre.

Hubo varios focos de farra sin control. Varias rutas marcadas por el dopaje inmobiliario para especular con el suelo; para cobrar al contado. Explosiones y festivales fiesteros. Petardos y fuegos artificiales donde encender vanidades, redes de favores y regalos a domicilio.

Y ese tiempo dio lugar a otro, donde toda esta falla mal plantada empezó a arder. El humo empezó a hacer irrespirable el ambiente, hasta el punto que tanto mensajeros como vigilantes del orden y la justicia empezaron a investigar cómo de podrida estaba la madera que la sustentaba. Al hombre del saco le pedían que fuese fuerte y resistiera el envite que hubiera tirado la falla al suelo de un plumazo. Al hombre del traje, contención y mutis por el foro. Y todo iba medio bien, hasta que el fuego empezó a cercar a la fallera.

CORTAFUEGO Y DESTIERRO

Los suyos la apartaron buscando un cortafuegos que no llegaba. Los suyos la desterraron. La alejaron del 'caloret' del club de toda su vida. Los mensajeros empezaron a seguirla como acostumbraba a hacerlo la prensa del corazón, mientras la fallera se escondía tras la cortina. Y la justicia avanzaba. Y los mensajeros apretaban. Y todo, mientras algunos de los antiguos compañeros de secretos y andanzas de la fallera jugaban al si te he visto no me acuerdo. Y entonces, ocurrió.

La fallera volvió a ser útil a algunos de sus antiguos socios del club. Así son los muertos. No hablan y quien los interpreta juega con ventaja. Pusieron a los mensajeros en el centro de la diana mientras empezaron a restaurar un legado como si con la muerte se eliminara el proceso judicial en marcha. Hubo de todo. Gesticulaciones. Impostura en el duelo, en la reivindicación y en la crítica. Mensajeros entrando al trapo en un debate torticero. Familiares pidiendo últimas voluntades que no fueron respetadas. Uso interesado hasta el final, y más allá. Pero pese al intento de señalar más al humo que al fuego, la justicia no dejará de hacer su trabajo. Tampoco los mensajeros. Ni que la Santa grite.