Análisis

La quinta extremidad

No nos damos cuenta, pero el móvil se está convirtiendo en el nuevo apéndice del cuerpo humano

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XAVIER BRU DE SALA

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Barcelona es la capital mundial del móvil pero su área está muy lejos de convertirse en un pequeño Silicon Valley. Llevamos diez años que alojamos el WMC, el Congreso Mundial del Móvil. La enhorabuena a todos los que lo han hecho posible. Aún así, cuidado, porque un día el maná lloverá sobre otra ciudad, quién sabe si en otro continente, y nos lamentaremos por no haber consolidado una área de desarrollo y negocio tecnológico tan potente como para responder al lema del Congreso: 'La era de la innovación'. El 22@ es un éxito a medias. De extenderlo hasta la Sagrera, ya ni se habla. La Zona Franca casi se muere de risa mientras aún no sabe si hacer la competencia al 22@ o esperar, a ver si la salva la logística de un puerto a la alza pero todavía lejos de competir en la primera división europea. Pocos están convencidos y los políticos no hablan del tema, pero nos conviene un nuevo y formidable impulso.

Mientras esperamos planes estratégicos renovados, perdemos buena parte de las oportunidades que se nos presentan y desaprovechamos un viento sin duda favorable, la inteligencia artificial acelera su carrera y dobla la velocidad cada vez más a menudo. Este año, el gran debate va de la universalización de la cobertura. Asistimos a la pugna entre las empresas de la red de telefonía móvil y las que se aprovechan para hacerse de oro sin invertir. Google y Facebook al frente de los aprovechados. Las grandes multinacionales de telefonía con la mosca tras la oreja. Poco van a sufrir mientras mantengan a los usuarios embobados ante los adelantos de los juguetes de la comunicación y en busca de apps que faciliten más y más su uso. Solo algunos medios de comunicación insisten en los peligros de los grandes hermanos que lo saben todo de nosotros y usan nuestros datos como les conviene, sin que los reguladores y los legisladores hagan gran cosa para proteger a los ciudadanos de los abusos. Mientras les ayuden a localizar posibles candidatos a terroristas...

Los límites de la investigación

Entre los científicos es ya clásico el debate sobre las fronteras de la investigación. ¿Nos encontramos cerca de los límites y ya está casi todo descubierto? O al revés, y parafraseando Maragall, ¿la ciencia y la tecnología apenas han empezado y están llenas de virtudes desconocidas? Dejemos ahora a un lado los peligros, hasta ahora conjurados, como aquel de los supuestos cánceres de cerebro inducidos por el uso del móvil. Peligros, los hay y sobrevendrán otros, entre ellos la pérdida de diversidad a cargo de la progresiva uniformización de la especie humana -¿por qué no decir robotización?-. Pero dado que los peligros y los avisos no han frenado nunca la investigación y la aventura, de lo contrario todavía iríamos en carro, es legítimo, y quizás saludable, dejar correr un poco la imaginación.

Quizás no nos acabemos de dar cuenta pero el móvil -¿dónde os escondéis, escépticos de los noventa?— se está convirtiendo en la quinta extremidad del cuerpo humano. Pronto podremos ir por el mundo sin cartera, sin tarjetas de crédito ni de las principales cadenas comerciales. Más adelante, sin incluso sin llaves, porque las puertas de casa, las luces y las ventanas, ya se pueden abrir y cerrar tocando la pantallita. Después, o antes, sin billetes de transporte público. Más adelante, sin DNI o carné de conducir (no sin pasaporte porque los estados son retrógrados por naturaleza). La moda cambiará, ya que no necesitaremos más de dos bolsillos: una pequeño para los pañuelos de papel y las píldoras medicinales que regularán el metabolismo y alargarán la juventud; y otro, cada vez mayor y muy protegido, por el móvil. ¿Mayor? ¿Hasta que los hagan plegables! Un móvil extensible y con teclado virtual, que fagocitará las tabletas y los ordenadores personales. Un móvil intransferible, que no olvidaremos jamás porque aullará como una sirena en celo en cuanto el propietario se aleje.

Todo lo que vemos, estas maravillas del MWC, no son sino el prólogo de lo que llegará. Aplicaciones que nos ayudarán a acompasar las pulsaciones del corazón para que no perdamos los nervios. Quizás el móvil se cargará con el calor o la energía del cuerpo. Quizás acabaremos con el móvil en las gafas, sino implantado al cuerpo. Quizás no habrá que esperar mucho para volver a suprimir la escritura, esta vez de manera definitiva, porque viviremos en diálogo permanente con el móvil, el amigo y consejero fiel, la memoria que no se agota, el compañero, el alter ego... también el chivato que informará incluso de los pensamientos más íntimos. Unos pensamientos que, cansados del monólogo interior, no nos sabremos evitar confesarle, en busca de comprensión y ayuda... planificada y proporcionada por unas centrales de datos controladas por los amos del mundo.

Que el vigésimo WMC nos coja confesados.