MI HERMOSA LAVANDERÍA
¿Quieres casarte contigo?
Isabel Coixet
Directora de cine
ISABEL COIXET
La última vez que fui a una boda, cuando sonaba la música de 'Carros de fuego' como banda sonora de la entrada de los novios en la sala del banquete, cogidos de la mano, girando la muñeca como los reyes, mientras los invitados ya nos poníamos morados de jamón, tuve una de esas epifanías inocentes que me dan de cuando en cuando. Entre copa y copa de cava, vi claramente que la gente se casa por amor, por intereses, porque en un momento dado les hace ilusión, por los padres, por hacer una fiesta, por la lista de bodas, pero por encima de todo se casa porque el día de la boda es de los pocos días de sus vidas en que ellos son los absolutos protagonistas. En palabras de los que salen en 'Sálvame', es "su momento". Ya sé que no es una gran epifanía, pero el jamón tampoco era muy allá.
Aquel matrimonio duró poco más de un año: la pareja empezó a discutir en la luna de miel y no paró, aunque en realidad no habían dejado de discutir por nimiedades desde el día en que se conocieron. Todos sus amigos les dábamos a lo sumo seis meses, aunque eso no nos impidió pasar por El Corte Inglés y dejarnos una pasta en ensaladeras y grabar vídeos mostrando nuestro apoyo incondicional a la pareja.
Una noticia que acabo de leer confirma en parte mi epifanía: en Kioto (Japón ), la empresa Cera Travel acaba de crear un curioso servicio, de momento solo para mujeres, en el que se les ofrece la posibilidad de una ceremonia de boda completa, incluyendo traje, novio, regalos, flores, ceremonia propiamente dicha y banquete. El novio es de alquiler, claro, y al final del banquete se vuelve a su casa.
El servicio está destinado mayormente a mujeres de carrera, abogadas, financieras, que están demasiado ocupadas para tener una relación, pero no quieren perderse el día en el que, vestidas de blanco, son objeto de la admiración de su familia y amigos. También para mujeres cuyo primer matrimonio fue un desastre y desean revivir la emoción del sí, quiero sin sus molestos inconvenientes y desastrosas consecuencias. El precio es de 2.700 euros, barato si se piensa en lo que pueden llegar a costar las bodas de verdad, aunque la luna de miel se limita a una noche de bodas a solas en un hotel.
La charada está teniendo éxito y la empresa ya piensa en ampliar el servicio para que los hombres también puedan vestirse de pingüino e instalar sus fotografías de boda en la mesa de su despacho.
Lo bueno de la iniciativa es que, al menos, los que utilizan este servicio se casan con alguien a quien conocen bien. No creo que la flamante señora Clooney pueda decir lo mismo.
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