MIRADOR

¿Quién descarrilará primero?

JOAQUIM COLL

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Ayer el juez Pablo Ruz cerró el círculo del caso Bárcenas al ligarlo de forma directa con la financiación ilegal del PP y optó por abrir una causa separada en las investigaciones sobre la trama Gürtel, haciendo honor a la ejecutoria del defenestrado Baltasar Garzón. Se activa así su procedimiento «evitando retrasos injustificados e inútiles en su tramitación», afirma el juez en su auto. Tal vez ahora pueda darse un salto en el esclarecimiento del espectacular escándalo de corrupción que atenaza al PP y a Mariano Rajoy. Si supiéramos responder a la pregunta ¿por qué evitan los populares querellarse directamente contra su extesorero?, comprenderíamos la gravedad de los silencios y circunloquios del presidente cuando se le pregunta por Luis Bárcenas, alias el innombrable. Hoy el PP vive una guerra de nervios y campa una desconfianza generalizada entre las diversas facciones. Lo que salva por ahora al partido de la implosión interna es su cómoda mayoría absoluta y que dispone de casi tres años por delante y de no pocos resortes de poder a su favor. Y en el apaciguamiento de tantas tensiones juega un papel determinante el propio Rajoy, tendente por naturaleza a aplazar decisiones, aunque algunas son ya más que urgentes, sobre todo, en su amortizado gobierno.

En Catalunya, Artur Mas también tiene lo suyo. Sus dificultades son por partida doble. Primero, porque cuando se habla de corrupción, no puede predicar con el ejemplo. Además de la incomodidad de tener a Xavier Crespo, acusado de recibir regalos de la mafia rusa, sentado en el Parlament, Oriol Pujol puede estar también muy pronto imputado por el TSJC, con lo que debería dejar la dirección del grupo parlamentario. Ello ha abierto la lucha interna por su relevo y provocado, parece ser, el inesperado abandono del escaño del exconseller Lluís Recoder, que ya plantó a Mas tras el 25-N. ¿Se pone ahora a un lado para postularse como sucesor del president cuando fracase la aventura secesionista? Hoy no dispone de apoyos, pero la política catalana está quemando etapas a pasos agigantados y el futuro puede llegar muy pronto.

Segundo, la dificultad de Mas es su debilidad política y que ha entrado de cabeza en la ratonera de ERC. Oriol Junqueras no quiere aprobar los presupuestos del 2013 si no se explica mejor que la culpa es toda de Madrid y que el enemigo es España. El acelerón soberanista es inevitable, pero la cohesión en CiU puede estallar. Una diputada de Unió, Mercè Jou, ya ha abandonado el Govern para no regalar un escaño a CDC.

Bien mirado, mucho antes que el anunciado choque de trenes, puede producirse una implosión general. Lo que no sabemos es cuál de los dos gobiernos descarrilará primero.