VENTANA DE SOCORRO

A quien corresponda

Lo que más vale de un periódico es quien lo hace, no las cosas que pasan

Kiosco

Kiosco / periodico

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No conocía a Michel Pastoureau, pero hace pocos días empecé a leer su libro recién publicado, 'Los colores de nuestros recuerdos'. El viernes vine a Barcelona y al arrancar el tren me percaté de que lo había olvidado en casa. Qué fatalidad. He pasado el fin de semana echándolo de menos. Estoy deseando regresar para recuperar su compañía. Giraré la llave en la puerta, dejaré el bolso apresuradamente sobre la mesa y subiré de dos en dos las escaleras. Entonces, cuando lo tenga de nuevo en las manos, lo abriré por la página en la que me quedé y saludaré (en mi mente) nuestra relación interrumpida. ¿Es un libro tan excepcional? Sí y no. Son unas memorias personales con el interés por los colores de este historiador como hilo conductor. Pero no es eso lo principal, sino la voz de Pastoreau, un señor francés al que jamás conoceré, que vive a más de mil kilómetros de aquí y al que posiblemente nada me une, y que, sin embargo, con su punto de vista me enriquece.

Mientras le añoraba, este periódico superaba unos tensos días de huelga en que llegó a faltar de los quioscos. Me alarmé. Por fin el viernes respiré aliviada al poder comprarlo. Si EL PERIÓDICO dejara de publicarse, si los trabajadores y la empresa no hubieran llegado a un acuerdo, mi nostalgia de Pastoreau hubiera sido una broma comparada con la desolación de perder una cabecera tan excepcional en la prensa española. Las noticias hubiera podido encontrarlas en otros medios, pero ¿y las voces? Aunque publico en él, nunca he visitado la redacción, desconozco los rostros de quienes cada mañana descifran para mí lo que ocurre y afecta a mis conciudadanos, pero sé que lo más valioso de este diario son ellos. Su voz, su enfoque riguroso y humanista.

Como Pastoreau quiero que sigan susurrándome al oído, sea desde el quiosco o desde las pantallas, porque lo que más vale de un diario es quien lo hace, no las cosas que pasan. Que sean discretos e invisibles a nosotros los lectores, como es su obligación, no significa que no existan. A quien corresponda: cuídenlos, no me hagan echarlos de menos.