¿Quién caerá?

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«Si vas segando la rama de un árbol caen todos los nidos, caerán todos» (Jordi Pujol Soley, Parlament, 23 de febrero del 2015). Ese «todos» sonó en ese momento a amenaza, a que el resto de partidos se fuesen preparando. Pero hoy por hoy (3% del PP aparte) en Catalunya los focos siguen centrados en los trapicheos delclan Pujol, que según los investigadores, están ya a punto de confluir en el «nido» de la posible financiación irregular de Convergència.

El partido insiste en acotarlo al ámbito de la familia del expresident pero hay empresarios que aparecen en ambas tramas; por ejemplo, en una de las abiertas contra Jordi Pujol júnior y en la de la contabilidad opaca de CDC (es el caso del exconsejero de Copisa Xavier Tauler, que se presenta como un hombre de la familia Cornadó). El espectáculo de las cámaras apostadas frente al domicilio del patriarca, criticable, no puede ser la excusa para no preguntarse qué hay de cierto en lo que hasta ahora eran solo rumores sin confirmar. Tratándose del dinero público, ¿cómo es posible mirar a otro lado?

Empieza a haber imputados con ganas de hablar y ello incluye a los siempre sigilosos empresarios, pero, parafraseando a Pujol, diuen, diuen, diuen que también hay algún político que quiere colaborar. Existe una agenda, la del tesorero actual de CDC, Andreu Viloca, que recuerda a otro dietario, el de Gemma Montull, una de las claves del caso Palau, y una correlación aún difícil de demostrar ante un tribunal entre las donaciones a la fundación CatDem y la concesión de obras y servicios públicos. La madeja de contratos bajo sospecha incluye algunos de la Generalitat pero también los hay de ayuntamientos. Claro que existen dudas. La primera es por qué hasta ahora la justicia española no se había puesto en serio a investigar las cuentas de CDC si ya en el caso Palau (todavía pendiente de juicio) había más que sospechas de que había motivos para seguir indagando.

Seguro que el momento elegido no es baladí. Tampoco hay que ser ingenuo. Pero entre la falsa inocencia y la falta de escrúpulos debe haber un término medio: la decencia. La de un partido, pero también la de aquellos que anhelan, con un mandato de las urnas que lo legitima, abrir una nueva etapa en Catalunya.

Ahora bien, ¿puede pilotar el proceso hacia la independencia el mismo equipo que está bajo sospecha de haber utilizado las arcas públicas de manera ilegal para financiar el partido, y ya se verá si algún bolsillo privado? ¿La República catalana basta con que sea república o debería nacer también inmaculada? Parecería que ambas preguntas se responden por sí solas pero escuchando ayer a los dirigentes de CDC, compañeros del actual tesorero encarcelado, no todo el mundo lo tiene claro.