LA CLAVE

Querida Teresa

ALBERT SÁEZ

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Unos andan por ahí intentando sacarse las pulgas de encima por lo que te ha pasado intentando culparte de sus errores. Otros se regodean en esos fallos para arrebatarles el poder. E incluso los más ruidosos pretenden sentir más lástima por Excálibur que la pena que has sentido tú. No falta quien está más preocupado por la marca España que por tu salud. Ni tampoco quienes, presa del pánico, se apuntan a lincharte por un fallo que aún no es seguro que cometieras.

Entre tanta tribulación, parece que nadie ha tenido tiempo para darte las gracias. Como cientos miles de personas, elegiste una profesión de servicio público, la enfermeria. Como decenas de miles de personas, has mantenido tu vocación a pesar de los recortes y la precariedad provocada por el exceso de gasto en algunas tarjetas de crédito. Y después de tanto compromiso aún has tenido un gesto de mayor generosidad al presentarte voluntaria para atender a los misioneros repatriados por el contagio del ébola. Todo ello es lo sustancial. Habrás cometido errores, como todos, y te costará recordar lo que realmente hiciste en esa habitación.

La burbuja

La mayor parte de nosotros sentimos vergüenza de lo que algunos que pretenden representarnos han dicho de ti. Viven en una burbuja en la que solo hay elecciones, votos, debates cargados de cinismo y acusaciones sin otro fundamento del quítate tú para ponerme yo. Tan es así que son capaces de posponer una semana la comparecencia de la ministra de Sanidad para explicar lo que te ocurrió. Así ganan tiempo para sus cosas que nada tienen que ver contigo ni tampoco con nosotros. Unos intentarán utilizar tu caso para cepillarse a Ignacio González caído en desgracia en las luchas intestinas del PP. Y los otros buscan la alternancia de la cabeza de la ministra incapaces de ser alternativa.

En fin, la visita del presidente Rajoy te habrá reconfortado pero no es suficiente para compensarte de los insultos del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Un auténtico innombrable que sigue ahí, con su tarjeta intacta.