La rueda

Querer es poder (con jota)

JULI CAPELLA

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No voy a ser el único columnista que no se meta con Podemos. Esto es lo que les va a pasar: comenzarán en breve a aflojar el discurso. Disminuirán coletas y piercings y asomarán las corbatas. Les saldrán enanos infiltrados por todas partes. Se crearán grupos internos para repartirse los cargos. Comenzarán a confraternizar con los veteranos del gremio político, pues el roce hace el cariño. Postergarán sus promesas y de nuevo la supuesta eficacia justificará muchas renuncias. No lo digo yo, sino Heródoto. «Dadle poder al hombre más virtuoso del mundo y pronto veréis como cambia de actitud». Obama comenzó con el «¡sí, podemos!» y ya lo vemos.

De pequeños nos inculcaron la falacia de que «querer es poder». Maliciosamente le añadimos: «Sí, pero con jota», porque la querencia verdadera es joder, sea en el sentido sensual o puñetero. Porque finalmente querer el poder es estar dispuesto a joder. Es imponerse a los otros. Casi siempre a los mismos, aunque el poder siempre lo ejerce una minoría. No se me ocurre ningún poder humano benéfico, y su ejercicio tiende irremisiblemente a la degradación. Por eso el poder que pueda ejercer Podemos no será más que un infinitesimal giro de tuerca en una estructura realmente poderosa. Se llama ambición humana, milita en todos los partidos y su fin es el dinero, el único y verdadero gran poder. No requiere de votaciones y le importan un pito parlamentos o leyes. Campa e impera por encima de todo. De ahí que vanamente intentemos desglosarlo en compartimentos menos peligrosos, pero tienden a juntarse como el mercurio en el gran poder.

Existe, sin embargo, otra acepción de la palabra poder más sugerente: tener la convicción de cumplir un objetivo. Un poder condicional: sé que puedo. Un podría. En cualquier caso, en estos momentos de podredumbre será refrescante que Podemos se enfrente al gran poder.