Dos miradas

Quemadas vivas

Una mujer yazidí refugiada que había huido de Sinjar con su hijo, en agosto del 2014.

Una mujer yazidí refugiada que había huido de Sinjar con su hijo, en agosto del 2014. / periodico

EMMA RIVEROLA

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Diecinueve jóvenes yazidís fueron enjauladas y quemadas vivas por el Daesh el jueves. Vendidas como esclavas, se habían negado a mantener relaciones sexuales con los yihadistas. Se calcula que unas 3.000 mujeres yazidís han sido secuestradas desde agosto del 2014. «Cuanto más tiempo pasan bajo el poder del Estado Islámico, más horrible es su vida. Compradas, vendidas, violadas y privadas de sus hijos», relata la oenegé Human Rights Watch. Un siniestro mercado de la carne que es algo más que una manifestación de barbarie, de fanatismo, de desprecio absoluto por la vida. Es, ahondando más en la perversión, un fácil, rápido y lucrativo negocio.

El mismo día que las 19 mujeres morían ante la mirada de cientos de personas en Mosul, el secretario general de la ONU advertía de que el Daesh, Boko Haram y otros grupos extremistas usan la violencia sexual para atraer o retener a combatientes y para generar ingresos. Se estima que solo durante el 2014 la comunidad religiosa yazidí ha pagado rescates por valor de 45 millones de dólares. «La guerra de conquista de los grupos extremistas está siendo librada en y sobre mujeres y niñas», afirmó Ban Ki-moon. Una guerra en la que las mujeres solo acumulan pérdidas. La individual y la colectiva. En sus cuerpos esclavizados los yihadistas busca su aniquilación personal pero, también, la destrucción de la sociedad a la que pertenecen. La más perfecta y eficaz arma de guerra.