Quebec y las vísceras

JORDI PUNTÍ

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Las elecciones en el Quebec, celebradas hace unos días, se resolvieron con una derrota sonada del independentismo. El Partido Quebequés había dado un paso parecido al de Convergència i Unió en noviembre del 2012: convocar elecciones anticipadas con la intención de tener más margen y, si era posible, conseguir mayoría absoluta en el Parlamento. Lo que sucedió, en cambio, sorprendió a todos: los federalistas dieron la vuelta a la tortilla y ahora tienen el poder. Estos días los periódicos de tono españolista lo han anunciado a grandes titulares, como diciendo «tomad nota», mientras que los medios soberanistas catalanes lo han contado con la boca pequeña. Pero da igual: si los resultados hubieran sido al revés, la situación también habría dado la vuelta. Unos lo habrían visto como un síntoma y los nacionalistas españoles habrían intentado desvincularlo de la realidad catalana.

Hace tiempo que estamos entrenados en este tipo de debates. Para unos el proceso de Escocia es un modelo a seguir, y para los otros no tiene nada que ver. Lo mismo ocurre con la presencia rusa en Crimea, o con Kosovo. Los procesos de secesión no se analizan pensando en la situación de territorio, ni en la voluntad de sus ciudadanos, sino desde la interpretación particular y partidista. En el fondo, es un planteamiento que no está lejos del trato tendencioso que los periódicos de deportes de Madrid y Barcelona dan a la información futbolística: para unos ha sido penal y para los otros no lo será nunca.

Este duelo constante ha borrado del mapa la cuestión previa: la necesidad de hacer un referendo que nos permita tocar de pies en el suelo. Entretanto, el presente se vive tomando partido, con adhesiones incondicionales que ponen la voluntad colectiva por encima de las dudas personales. Todo se justifica con la certeza absoluta, del sí o del no. Estamos a un paso de la interpretación esotérica. Un día de estos, alguien nos dirá que en las estrellas está escrita la fecha de la independencia, o desollará un conejo para leer en sus vísceras los entresijos de la Constitución española.