La rueda

Que vuelven las dietas

NAJAT EL HACHMI

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Para cualquier persona que haya tenido problemas relacionados con el peso y los haya superado, hay tres momentos a lo largo del año que suponen un riesgo elevado de recaída propiciado por factores ambientales: el comienzo de año con los nuevos propósitos, la llamada operación biquini de primavera, y septiembre, cuando la gente quiere perder lo que ha ganado durante las vacaciones. Si uno no ha tenido que preocuparse nunca del tema, si no ha tenido que hacer nunca un cambio de dieta para adelgazar, estas fechas le son completamente indiferentes. Pero cada vez son menos estos afortunados que comen sin tener que pensar la comda, que disfrutan de este acto esencial con más o menos deleite pero sin miles de informaciones que les lleguen a cada bocado. La mayoría de la población ya estamos impregnados de esta cultura que ha sustituido la gastronomía por la pirámide de alimentos en el mejor de los casos y ha originado trastornos mentales en los peores.

A día de hoy se hace casi imposible escapar a esta realidad, y aunque muchas personas sabemos las trampas de un mercado que mueve cantidades ingentes de dinero, no deja de sorprender que las librerías y las revistas sigan repletas de los planes dietéticos más inverosímiles. El otro día, sin ir más lejos, me topé con un libro que proponía dejar de lado los cereales de todo tipo porque, según el autor, nos destruyen el cerebro. El hecho de que la mayoría de civilizaciones conocidas hayan sustentado su existencia en este grupo de alimentos no parece ser lo suficientemente importante como para desmentir una tesis vinculada a la tendencia imperante de querer comer como en el paleolítico, a base de carne y poco más. Como todas las modas en dietas, esta también caerá por su propio peso, pero cuando lo haga ya habrá perjudicado la salud de millones de personas y lucrado a base de bien a sus inventores.