La rueda

Lo que somos y lo que perdemos

Convertir al CIDOB en un instrumento al servicio del 'procés' es una herida de muerte a su esencia

EMMA
Riverola

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Carles A. Gasòliba, presidente del CIDOB (Barcelona Centre for Internacional Affairs), ha anunciado que deja el cargo y renuncia a su reelección por su discrepancia con la nueva orientación que el Gobierno catalán quiere dar a la institución. El CIDOB se define como un centro independiente y plural dedicado al estudio, investigación y análisis de temas internacionales. Está considerado uno de los mejores del mundo. Un referente y un polo de estímulo para Barcelona. Pero la Generalitat apuesta por un cambio en el enfoque de los contenidos. El nuevo eje giraría en torno al papel de Catalunya como futuro actor en el marco internacional. Una suerte de nueva estructura de estado, pero levantada sobre una institución en pleno rendimiento y de probada solvencia y prestigio.

Es legítimo que la internacionalización del 'procés' sea uno de los objetivos del Govern. Pero es más que cuestionable que en su empeño sacrifique algo tan relevante para la ciudad como el CIDOB. La nueva orientación traiciona sus principios de independencia, pluralidad y aversión a las agendas políticas. Una herida de muerte a su esencia. Si para vender la Catalunya del futuro perdemos lo que nos aporta valor en el presente, ¿qué nos queda? Querer ser no es lo mismo que ser. Podemos anhelar ser la Dinamarca, el Massachusetts o la Ítaca del mañana, pero ahora somos la Catalunya del presente. Y no nos sobra talento ni experiencia como para desperdiciarlo por intereses ideológicos.

El caso del CIDOB es llamativo por la osadía. Renunciar a un modelo de éxito para convertirlo en un instrumento al servicio de una causa es de tal audacia que deja entrever que no es un caso aislado y, lo peor, que se ha perdido la vergüenza al tamiz ideológico. El método más rápido, seguro y doloroso de empobrecernos.