Análisis
Lo que queríamos saber
Lo importante es conocer el equilibrio actual en número de votos entre los independentistas y los constitucionalistas de Catalunya
Antonio Franco
Periodista
ANTONIO FRANCO
El periodismo a veces propone ejercicios difíciles, como el de hoy. Escribo antes de conocer los resultados de la noche del jueves. Trato sobre algo que desconozco pero, en cambio, ustedes sí que ya saben en el momento de leerme. Analizo sin la ventaja de saber si mis planteamientos personales e ideológicos han ganado o perdido. O desconociendo si se ha producido la otra posibilidad: que estemos embarrancados en una situación tan confusa y de desenlace imposible como la que algunos pronosticaban que tendríamos este viernes.
Vayamos por orden. Mi primera opinión es que aunque hayan sido unas elecciones autonómicas esta vez había algo más importante que lo de quién gobernaría: conocer el equilibrio actual en número de votos entre los independentistas y los constitucionalistas de Catalunya. Era lo principal que queríamos saber tanto nosotros como España y Europa. Lo de ayer, a falta del referéndum que los catalanes deseamos mayoritariamente, es, de momento, lo que más se le parece (ya desacreditadas las cuentas y los cuentos del 1 de octubre). Sumen los votos de cada uno de los dos bloques y añadan a cada una de las dos cifras la mitad de los obtenidos por Catalunya en Comú-Podem. Luego guarden este resultado diferencial lo más cerca de la racionalidad del cerebro (y lo más lejos posible de la emotividad del corazón), porque ese número constituye el retrato más fiable del complejo país en que vivimos y el indicativo más realista sobre lo que nos sucederá en los próximos años.
Solo a continuación consideren que lo fundamental son los escaños, quién es la primera fuerza del país, si se podrá formar una mayoría gubernamental y si se despeja del horizonte cualquier sombra de otro 155. Todas estas cuestiones se derivan paradójicamente de la conjunción entre el voto legítimo y una injusticia manifiesta: una ley electoral abusiva que es la segunda herencia envenenada del sectarismo de Jordi Pujol.
El tercer gran dato de las elecciones son los respectivos desenlaces de los pulsos internos dentro de los dos bloques, porque marcan caminos del futuro. En el independentismo, entre la tradición histórica –para bien y para mal-- de ERC y la excitación psicológica movida por el expresidente huido. En el constitucionalismo, entre la pujanza de Ciudadanos (sería de justicia histórica que Rajoy haya empezado a morir políticamente en Catalunya) y ese PSC que solo vivirá si es capaz de acabar federalizando de verdad al PSOE.
Guerra a un color
Intuyo que ustedes, que tienen hoy todos esos datos al alcance de la mano, temerán que tenemos por delante tiempos desabridos, pero los pueblos que se han roto son así. Valoren de todos modos una originalidad: estas elecciones del 2017 también serán inolvidables porque la estupidez oficial batió todos sus récords al declararle formalmente la guerra a un color. Al parecer no tenía suficientes enemigos.
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