¿Qué pretende Albert Rivera?

JOAN TAPIA

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Los columnistas catalanes (me incluyo) no pensamos nunca que el minúsculo Ciutadans de Albert Rivera se erigiera en algo relevante. ¿Por qué? Primero porque sus raíces tenían dosis de alergia al catalanismo, doctrina dominante y transversal de la política catalana. El Foro Babel (el precedente) mostró recelos a la normalización lingüística y fue muy crítico con el pujolismo. ¿Eran barceloneses cosmopolitas o anticatalanistas primitivos?

Discutible, aunque recuerdo una frase de Francesc de Carreras --"no hay buenos y malos catalanes, sino ciudadanos catalanes con iguales derechos que piensan como quieren"-- que me llamó la atención. Jurídicamente era incuestionable pero Charles de Gaulle y Winston Churchill --líderes de dos democracias asentadas-- también se envolvieron en la moral de las banderas.

La inquietud también venía de que Ciutadans fue una reacción al pacto de Pasqual Maragall con ERC e ICV que llevó la alternancia a la Generalitat después de 23 años de pujolismo. ¿Quiénes eran los que enturbiaban el triunfo de una coalición catalanista y de izquierdas? Y la actitud de Rivera cuando el Estatut --pese a que visto hoy ningún líder sale indemne-- pareció tributaria del PP.

Pero Rivera creció en Catalunya (pasó de 3 a 9 diputados) cuando Artur Mas en el 2012 sustituyó la bandera catalana por la 'estelada'. Cuando lanzó las primeras epístolas contra los que no creyeran que el independentismo era la buena nueva. Aquello entusiasmó mucho, pero no gustó a los moderados y enervó a los refractarios. Luego, la marcha de Convergència hacia el choque con España y la indecisión del PSC (atrapado en algo de lo que en parte es culpable por la sentencia del Estatut con Zapatero de presidente) han alimentado a Rivera.

Hoy las encuestas dicen que son la tercera fuerza catalana en votos (la cuarta en escaños tras ERC). Guste o no, el papel de Ciutadans tras el 27-S puede ser importante pese a que el candidato no va a ser Rivera sino la desconocida Inés Arrimadas.

Más relevante incluso es el éxito de su irrupción en España. En las europeas logró 2 escaños (Podemos, 5), pero el dato fue ninguneado. Ahora se ha convertido en fuerza decisiva en Andalucía (pese a que se le descalificó por catalán) y en las municipales y autonómicas ha consagrado su estatus de cuarto partido español.

PLANTAR CARA A PP Y PSOE

Ser un político catalán no nacionalista le ha granjeado amigos en la prensa de Madrid. Plantar cara al PP y al PSOE le ha ayudado por el descrédito del bipartidismo. Y la crítica de Rivera parece más europea que la efectista pero populista y radical de Pablo Iglesias. La alianza con un notable economista liberal, Luis Garicano, autor de un templado 'best-seller' económico-político, le ha dado solvencia y permitido esbozar algo similar a un partido liberal como el FDP alemán (que apoyó alternativamente a la CDU y al SPD) a la española. Una clase media a la que le era muy difícil no votar PP ha encontrado una alternativa que parece más moderna y no asusta.

Tras las municipales, el apoyo a la lista más votada --al PP en general y al PSOE en Andalucía-- pero poniendo siempre condiciones de «regeneración» (más o menos acertadas) ha reforzado su imagen centrista.

En las generales quieren ser el tercer partido y tener la llave que sostenga un gobierno conservador distinto (a Rajoy le podrían tratar como a Pedro Sanz en la Rioja), o un gobierno socialista. ¿Qué preferirían? Rivera es pragmático. Optará por condicionar a la lista más votada. Si lo logra -llegar delante de Podemos no es fácil- podría hacer pasar a España de una larga etapa de equipos monocolores a la de gobiernos de coalición.