Las incertidumbres económicas

¿Qué podemos hacer con Europa?

La UE se ha construido desde concepciones ideológicas distintas que dificultan la búsqueda de soluciones

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ANTONIO ARGANDOÑA

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En estos días algunos hacen profecías sobre lo que nos va a traer el año nuevo, aunque luego no importa si se cumplen o no. Y otros hacen recomendaciones sobre lo que los demás deberían hacer. Por ejemplo, sobre Europa: unos dicen que, a los diez años de la crisis financiera, debería refundarse; otros, que debería volver a sus orígenes; asumir su papel histórico, encontrar su verdadera identidad, desprenderse de los errores que la han lastrado en estos años… abandonar los Estados y pasarse a Europa, o abandonar la centralidad y volver a la nación, o a la ciudad y al barrio… Magníficas proposiciones, ¿no? Pero, ¿son realistas?

No, no lo son, al menos si no reconocemos que la Unión Monetaria Europea, o sea, el euro es un proyecto puesto en marcha desde puntos de partida distintos, no fácilmente compatibles, y esto viene dificultando encontrar soluciones que todos acepten. Porque, aunque ha llovido mucho, seguimos teniendo muchas maneras distintas de ver las cosas.

Francia y Alemania

Europa se ha construido desde concepciones económicas e ideológicas distintas. Pensemos, por ejemplo, en Francia y Alemania, como representantes de dos maneras distintas de entender la economía y la política, maneras que comparten otros países, en un lado o en el otro. Y conste que no quiero hacer una caricatura de esas tipologías, sino solo señalar que… no todos pensamos igual.

Alemania es un estado federal, que delega muchos poderes en sus regiones y cuenta con una cultura de diálogo colaborativo, también con los actores sociales. Francia es un estado fuertemente centralizado, y el diálogo permanente no es algo que le caracterice. Para Alemania, las leyes son normas rígidas, que no admiten interpretaciones oportunistas; para Francia, las leyes, no menos rígidas en su redacción, se pueden y se deben interpretar según las circunstancias, atendiendo a los intereses de las partes en cada momento.

Para unos, las personas, las empresas y las instituciones son responsables de sus actos, de sus omisiones y de los errores del pasado; para los otros, la solidaridad está por encima, de modo que, sean cuales sean las causas de sus males, hay que echarles una mano. Los primeros dicen que esto es un error, porque anima a volver a actuar irresponsablemente; los segundos dicen que sí, claro, pero qué le vamos a hacer, habrá que ayudarles, ¿no?

Ahorro y pensiones

Los alemanes quieren un banco central independiente que mantenga baja la inflación para tener una economía competitiva, orientada a la exportación de productos de calidad, con una balanza de pagos con superávit, lo que significa que el ahorro es alto; el endeudamiento elevado es una señal de irresponsabilidad. En el otro lado hay muchos ciudadanos que piensan que el futuro cae demasiado lejos, que ya tenemos un Estado del bienestar y que bastantes cosas duras tiene la vida como para tener que preocuparse de la pensión de dentro de unas décadas

No se trata aquí de ver cuál de las dos Europas nos gusta más, sino de tener en cuenta que tenemos, que tendremos las dos Europas -y unas cuantas intermedias-. ¡Qué bonito sería una Europa solidaria, que se preocupase de los parados! Pero otros nos preguntarán si hemos creado las instituciones que permiten reducir drásticamente el número de parados, como han hecho los alemanes durante la crisis. O, alternativamente, ¡qué bonito sería tener una Europa en la que la gente fuese eficiente en su trabajo y ahorradora para el futuro! Pero otros nos recordarán que ahora tenemos también gente sin las cualificaciones necesarias, y que tendremos que ayudarles de algún modo…

¿Eres pesimista?, me pregunta el lector. No, no lo soy. Miremos la evolución de la Europa del euro en los años de la crisis: hemos dado pasos de gigante, porque hemos sabido convencer a unos y otros que teníamos que encontrar soluciones que no eran las preferidas de unos y otros. Y lo hemos hecho con retrasos, con errores, dando dos pasos adelante y uno atrás… De acuerdo: no hemos tenido los políticos que necesitábamos, pero sí, quizá, los que nos merecíamos.

¿Qué Europa te gustaría? Bueno, puedo contarte la que me gustaría a mí, pero soy consciente de que tardaría décadas en convencer a otros de que esta es mejor que las demás. Para el 2018 me conformaría con una Europa en la que cada uno se aplique a escuchar a los demás, a tratar de entenderlos, a ponerse en la piel del otro para entender por qué no piensa como yo. Y que luego nos pongamos a negociar cuánto debe ceder uno a cambio de cuánto debe ceder el otro.