Que no sufra Bárcenas

Luis Bárcenas.

Luis Bárcenas.

TOMÁS NAVARRO

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Leo con tristeza unas declaraciones sobre los perjuicios que está sufriendo Luis Bárcenas a nivel personal, familiar, profesional, social y psicológico. No he podido evitar sentir compasión. Al fin y al cabo mi trabajo consiste, en gran medida, en aliviar el sufrimiento. Créanme cuando afirmo que conozco muy bien el sufrimiento humano y sus consecuencias. A lo largo del día veo a muchas personas que están sufriendo. Algunas las conozco, otras muchas no. Las veo en el metro, por la calle, en la panadería, esperando en el colegio para recoger a sus hijos...

Resulta muy fácil identificar a las personas que están sufriendo. Se puede ver en su caminar lento y arrastrado, en sus hombros caídos, en su aspecto dejado, en su pelo sin arreglar, en su barba sin afeitar, en sus ojos tristes y cansados, en el gesto torcido de su boca o en las arrugas de su frente.

Seguro que tú también puedes reconocer a una persona que está sufriendo, es más, estamos programados para poderlas identificar y para que despierten nuestro instinto más compasivo. Incluso es posible que tú seas una persona que está sufriendo ahora mismo por la situación económica y social en la que nos encontramos.

Si es así te interesa saber que el sufrimiento provoca graves consecuencias psicológicas. Sí, el señor Bárcenas tiene toda la razón del mundo. Cuando sufrimos se ven seriamente afectadas nuestras funciones cognitivas superiores. Fíjese que irónico, cuando más las necesitamos, menos las podemos utilizar. Nos volvemos menos creativos, nuestra percepción tiñe la realidad en negativo, la calidad de nuestro pensamiento empeora, nos cuesta más tomar decisiones, analizamos peor y el objeto de nuestro pensamiento se torna cíclico en forma de preocupaciones.

Nos volvemos más intolerantes, más reactivos, más hipersensibles o más pasivos. Comunicamos menos y tenemos tendencia a aislarnos socialmente. Hay quien se torna más agresivo. Hay quien se entristece y pierde la esperanza. Incluso hay quien oscila entre la tristeza y la ira más o menos controlada.

Llegado este punto solemos buscar válvulas de escape en forma de conductas tóxicas. Para poder soportar la ansiedad y la tristeza comemos más y peor; empezamos a beber más alcohol, encontramos un poco de paz en los tranquilizantes y otros fármacos, y un largo etcétera que incluye consumo de drogas, maltrato, juegos crueles o actitudes violentas.

Nuestra identidad también se ve afectada. Perdemos la autoestima, nos volvemos más inseguros, poco a poco tenemos más miedos y nos volvemos menos audaces y atrevidos. El día a día se nos torna insuperable repleto de obstáculos, gigantes y batallas por vencer.

Pero el sufrimiento no solo nos afecta a nosotros, como muy bien ha descrito el señor Bárcenas, termina provocando consecuencias negativas a nuestra familia, profesión, vida social, etc. Imagínate tener una amigo como el que hemos descrito o convivir con una pareja o trabajar con alguien así.

¿Cómo evolucionará el señor Bárcenas? No lo sé. No se puede predecir con certeza. Pero sea como sea. Tratemos de evitar que siga sufriendo. Nadie merece sufrir. El sufrimiento humano es una de las peores lacras que podemos padecer.

Hay determinados casos que resulta muy fácil dejar de sufrir. En el caso que nos ocupa podemos deducir que el motivo del sufrimiento del señor Bárcenas es estar en prisión; ergo, si lo sacamos de la prisión dejará de sufrir.

Mi propuesta es que el señor Bárcenas salga de la prisión y que deje de sufrir. Dejaremos para otro artículo el debate sobre la eficacia del castigo.

¡Erradiquemos el sufrimiento!

Pero si me permiten, propongo que empecemos con cierto orden a erradicar el sufrimiento. Antes de ayudar al señor Bárcenas empecemos por los niños. Esos seres indefensos, dependientes e influenciables. Niños que cambiarán su personalidad y sus posibilidades en función de si están sufriendo o no. No pueden pasar hambre, no pueden pasar miedo, no pueden tener unas malas condiciones de vida, no pueden estar sin asistencia sanitaria, no pueden perder la ilusión. No pueden perder la que tendría que ser su etapa más feliz y relajada.

Sigamos con los ancianos. Toda una vida trabajando y luchando, no se merecen pasar sus últimos años sufriendo. Como van a terminar felices sus vidas si ven sufrir a sus hijos y a sus nietos, o si la incerteza se apodera de ellos y si no pueden vivir con una mísera pensión.

Continuemos con los jóvenes, ellos son nuestro futuro… que no pierdan la esperanza, que no elijan el peor de los modelos, que no pierdan su energía y su fuerza. Que vean que con trabajo y tenacidad pueden conseguir todo lo que se propongan.

Ahora es el turno de las mujeres que luchan por conciliar su vida profesional y familiar. Erradiquemos el sufrimiento de tener que renunciar a ver crecer a los hijos, o el de renunciar a tener una carrera profesional en igualdad de condiciones que los hombres.

No nos dejemos a los hombres que sufren cada día por dar lo mejor a sus hijos, que sufren por sobrevivir; cuando deberían estar viviendo en equilibrio y paz. Evitemos el sufrimiento a los millones de personas que querrían estar trabajando y no pueden.

Y finalmente no nos olvidemos del señor Bárcenas. Que no sufra más. Por favor, intentemos que el señor Bárcenas deje de sufrir, porque eso será una señal de que hemos evolucionado como sociedad. Que hemos crecido en valores, en compasión, en responsabilidad y en compromiso.

Cuidémonos unos de otros. Que los líderes tomen consciencia de lo importante que es evitar el sufrimiento humano, al menos aquel que es evitable. Y no olvidemos que, en muchas ocasiones, una persona que sufre es una muestra de nuestra perdida de sensibilidad hacia la condición humana, de nuestra incapacidad para ser compasivos y de una falta de consideración y respeto hacia la dignidad de las personas.

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