¡Qué mes nos espera!

XAVIER GINESTA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El verano no ha sido, precisamente, de los más calmados en la política catalana. El estallido del caso Pujol ha trastornado el ecosistema y, con la cita del 9 de noviembre en el horizonte, la polifonía de voces que hablan de 'planes b' o maneras de enfocar el veto del Tribunal Constitucional a la ley de consultas y la posterior convocatoria de ésta se ha hecho evidente. Llega septiembre, como siempre esperado por todo el movimiento independentista para volver a hacer una demostración de fuerza delante de la comunidad internacional (¡y ya serán tres!) y acabar de tensionar la cuerda. Mientras, Artur Mas ha presentado unos actos institucionales para este 11 de septiembre organizados de forma bastante sintomática, para mostrar músculo soberanista por un lado (en el Fossar de les Moreres), y dejar todo el protagonismo de la Diada a la sociedad civil, por el otro, con la organización (y esperemos éxito) de la supuesta v de "victoria".

El país vive en tensión. De hecho, es normal al aproximarse un 11 de septiembre que debe suponer un paso definitivo para la convocatoria de la consulta, según siempre ha dicho la ANC. Pero, también, hay tensión porque las fuerzas políticas hacen movimientos tácticos para enfocar estas semanas decisivas con las mejores garantías posibles de supervivencia (si fallan las cosas). Pase lo que pase el 11 de septiembre, o el futuro 9 de noviembre (se vote o no, se salga a la calle o no) el ecosistema político del país cambiará radicalmente. Las evidentes fisuras que ha supuesto el llamado "proceso" por algunas organizaciones políticos son evidentes y la necesidad de reposicionarse, también. Quizá, por este motivo se entiendan la cantidad de voces divergentes que existen entre varones y poderes fácticos de Convergència y, también de Unió, que día sí día también ponen dudas sobre la línea más oficialista de la federación marcada por el propio presidente de la Generalitat, Artur Mas.

La reconfiguración del espacio socialista con la futura fusión entre NECat y Avancem, y la más que probable emancipación definitiva del Moviment Catalunya del PSC, presentan un nuevo foco de tensión que habrá que observar de cerca. De momento, NECat y ERC caminan juntas desde las elecciones europeas –como decía Junqueres, en campaña, intentando ejercer de "muleta y desbrozadora" del presidente Mas– pero según como vayan las cosas en noviembre los republicanos se les habrá acabado temporizar con el Gobierno y el pacto de estabilidad puede quedar tocado de muerte. Si al final se precipitan las elecciones (y muchos, ya lo quisieran), ERC tiene mucho que ganar después de estar en segundo plano durante todo este período y haber dejado el desgaste del día a día en la Federación. Tácticamente (y con un futuro incierto en el horizonte), sería de iluso pensar que el partido ahora entrara a formar Gobierno y se hipotecaran con los dramas de la cotidianidad que ha tenido que gestionar CiU.

Pero, mientras las placas tectónicas de la política catalana se mueven a ritmo vertiginoso –y me olvido de los movimientos municipalistas de reciente creación, que también quieren tener presencia en esta partida–, el presidente Mas pide miradas holísticas, de país, y evitar las reacciones de vuelo gallináceo. Hasta ahora, la ilusión que los partidos soberanistas actuarían permanentemente al servicio del país ha sido, más o menos, intacta. Después de este verano tan movido, y con la perspectiva de un septiembre caliente, caliente, me cuesta pensar que las estratagemas de la vieja política no vuelvan a salir a la luz. Además, cuando muchos ya sueltan que la partida acabará en el momento que el Tribunal Constitucional vete la consulta y, por lo tanto, tengamos que recuperar el lenguaje electoral perverso.