¿Qué les das, Karl Ove?

RAMÓN DE ESPAÑA

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No paro de cruzarme con mujeres que están leyendo a Karl Ove Knausgard, al que encuentran guapísimo e interesantísimo. Karl Ove es un nórdico que ha decidido explicarnos su vida de pe a pa a través de seis tochazos reunidos bajo el título común de Mi lucha, excelente descripción de la vida de cualquiera que no había vuelto a usar nadie desde Adolf Hitler. Anagrama ha publicado los dos primeros tomos de la magna obra, La muerte del padre y Un hombre enamorado y, con un poco de suerte, este verano veremos a muchas mujeres en la playa sumergidas en las cosas de Karl Ove.

Me han dicho que en La muerte del padre, Karl Ove dedica 80 páginas a explicar con pelos y señales cómo limpia la roña que ha dejado el borracho de su padre en la casa que se ve obligado a adecentar tras su deceso. No es esta la única hazaña literaria que me relatan mis amigas fascinadas por Karl Ove -curiosamente, no he encontrado ni un solo hombre que haya pasado de la página 20-, pero las demás tampoco son, precisamente, de las que a uno le propulsan a la librería más cercana. ¿Qué les das, Karl Ove?

Karl Ove ha triunfado mucho en Estados Unidos. Y en Europa también se le está haciendo mucho caso, aunque su manía de describirlo todo tal cómo lo ve (más cierta propensión al mal vino) le ha ganado ya el odio de familiares y amigos.

Es posible que me esté perdiendo algo por no asomarme a Mi lucha, pero bastante tengo con la mía y, además, no hay nada peor que obligarse a leer algo porque se supone que es de traca. Si me resistí a Dan Brown, a Stieg Larsson y a Revilla el de las anchoas, creo que también lo conseguiré con Karl Ove. Sí, vale, ya sé que lo suyo es literatura comprometida con el hecho de escribir como sinónimo de existir, así que le aplicaré el mismo trato que a Josep Pla: esperaré el momento oportuno de leerlo.

Sé que tarde o temprano experimentaré la necesidad de leer 20 páginas sobre el pan con tomate u 80 sobre la limpieza del hogar de un alcohólico muerto. Hasta entonces, Josep, Karl Ove… ¡Que os den!